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414 « ...el Señor me dio hermanos» el obispo ponía en el hombro de la novicia una cruz desnuda de madera, y ella se encaminaba, a lo largo de la iglesia, hacia la puer– ta del monasterio. La cruz era ligera, pero sor Florida la halló tan pesada, que a duras penas podía andar. A la escuela de sor Verónica Giuliani Sor Verónica había sido depuesta del cargo de maestra de no– vicias en 1699, en virtud de las medidas tomadas por el santo Ofi– cio respecto a ella después de la estigmatización. Pero la comu– nidad pensó que nadie mejor que ella podía hacerse cargo de la formación de la noble candidata y obtuvo le fuera levantada la sus– pensión. Ella ha dejado descrita en su Diario la lucha interior que hubo de sostener, no sintiéndose a la altura de una misión tan deli– cada: ¿qué podía enseñar a una joven dotada de una cultura muy superior a la suya y con una madurez espiritual poco común? Pero se sintió confortada cuando Jesús le prometió: «Yo seré el maestro tuyo y de la novicia». También la Virgen María vino en su ayuda, dándole a entender que se trataba de un alma muy selecta: «Te recomiendo, Verónica, a mi Floridina, gozo mío y gozo de mi divi– no Hijo». Cuando sor Florida se puso bajo la dirección de sor Verónica, ésta gozaba ya de gran aceptación entre las hermanas; habían que– dado atrás sus penitencias rebuscadas, aquellas que ella definía aho– ra «locuras que me hacía hacer el amor», y también en gran parte los fenómenos externos; todo en ella se había «intronsecado», todo era más íntimo y secreto. La novicia sería muy pronto, no sólo su mejor discípula, sino su confidente y testigo de algunas de sus experiencias corporales, ello por disposición de los confesores. No fue difícil la sintonía entre maestra y novicia, especialmente cuando sor Verónica descubrió que la joven estaba llamada a reco– rrer, como ella, el camino de la cruz. Le costó, sí, a la condesita hacerse al modo llano y espontáneo, quizá no siempre delicado, tra– dicional en las capuchinas; pero no tardó en asimilarlo, contenta de sacudirse el amaneramiento del ambiente en que había crecido. Sufría cuando se veía tratada con especiales miramíentos por causa

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