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IGNACIO DE SANTHIÁ 403 levantó y subió a responder al padre Bernardino con una carta llena de esperanza, asegurándole haberle encomendado al Señor. El efecto del ofrecimiento llegó al misionero mucho antes que la carta del padre Ignacio y fue instantáneo . El ojo ciego recobró de improviso la vista y el otro empezó a curar rápidamente . Cuan– do, al fin, le llegó la carta, el misionero pudo constatar que su sanación había coincidido con la oración hecha por su maestro. Pe– ro ignoró hasta mucho tiempo después, que el padre Ignacio al mis– mo tiempo había experimentado que sus ojos se orlaban de sangre, le dolían y no le servían casi para nada. Sus hermanos religiosos y los médicos no acertaban a explicarse aquella enfermedad. Se le aplicaron varios remedios dolorosísimos, entre los cuales botones de fuego en la nuca, cambio de aire y... tabaco en polvo o rapé. Así las cosas, concluyendo ya el año 1744, el padre Ignacio tuvo que ir a Turín para fuertes tratamientos y aquello fue el adiós al noviciado. Pensaba ahora que tenía que prepararse para la muerte y vivir desapercibido. Dios, sin embargo, tenía otros designios para él. Con curas adecuadas, la vista mejoró. No consiguió la normalidad, ya que le dolieron los ojos durante toda su vida, pero pudo todavía ser útil a los hermanos en religión y a los seglares. Capellán militar El Piemonte estaba a la sazón en llamas, invadido por los ejér– citos franco-hispanos. Estos franquearon las primeras defensas e irrumpieron en la llanura padana (valle del Po). Los capuchinos fueron llamados por el rey Carlos Manuel 111 para socorrer a los soldados heridos y enfermos, diseminados por varios hospitales. El padre Ignacio, cuando todavía era maestro de novicios en Mondoví, había prestado durante meses, algunas horas al día, asistencia a un grupo de prisioneros alemanes, algunos de ellos enfermos. Se recla– maba su presencia para ser capellán jefe y durante dos años, incan– sable siempre, pasó días y noches con heridos y contagiados, sir– viendo, consolando, preparando a los moribundos para el supre-
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