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398 « ... el Señor me dio hermanos» Monte a religiosos, sacerdotes y fieles deseosos de un guía auténtico en el camino de la santidad y con ellos también subían pecadores empedernidos y jóvenes libertinos, todos en busca de perdón. El los acoge con la mayor caridad, ya que considera a los pecadores los hijos más enfermos y por eso mismo más necesitados de misericor– dia. Se le llama «el padre de los pecadores y de los desesperados». Un día, mientras estaba recogiendo leña en la selva del Monte, acompañando a los clérigos estudiantes, oyó que uno de ellos tuvo esta salida: «Con toda esta leña se puede hacer una hoguera tan grande que serviría para quemar a un ejército de pecadores». El padre Ignacio se molestó y con tono de dulce reproche, exclamó: «Pero, hermano, ¿dónde está la caridad? Eso no es el espíritu de Jesús ... Hemos de tener espíritu de caridad, de mansedumbre, de paciencia. ¡Es necesario compadecerse de los pecadores; pedir a Dios que los convierta y los salve, no que los queme!». En la conferencia de la tarde a los clérigos, pensó que era su deber recordar el amor a los pecadores. Guía de la juventud Al principio de septiembre de 1731, el padre Ignacio era desti– nado al convento de Mondoví con el cargo de vicario y maestro de novicios y allá marchó con la fama de ser guía docto y sabio. En efecto, un religioso escribía a un aspirante enviado a aquel novi– ciado: «Me lleno de alegría con usted por suerte tan hermosa; va usted bajo la dirección de uno que sabe y obra como verdadero maestro. Para mí es un santo religioso». Su fama se extendió en seguida entre la gente de la ciudad, de tal manera que los jóvenes que asistían a las escuelas superiores escogieron el convento como meta de su paseo, diciendo: «¡Vamos a ver al famoso santo!». Justamente debido a estas visitas, un sa– cerdote estudiante decidió entrar en el noviciado y llegó a ser un santo religioso. El fue precisamente el último superior del beato: era el padre Hermenegildo de Villafranca Piamonte. El padre Ignacio permaneció 14 años en la dirección del novicia– do de Mondoví. Este era su único ideal: hacer de los jóvenes confia– dos a su dirección unos amantes de Dios y unos verdaderos obedientes.
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