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FELIX DE CATALICE 29 también a gente altamente situada, como sucedió con una «señora conceptuada como de no buena fama», que ardía en deseos de reci– bir de él algo del huerto conventual. La dádiva habría avalado ... su honorabilidad. Pero fray Félix no se dejó conmover. «Que cam– biase primero de vida». Encontrándose un día en el despacho del abogado municipal Bernardino Biscia, un cliente envió a éste una ternera. Como la bes– tia mugía, fray Félix preguntó maliciosamente: - Meser Bernardino, ¿entiendes el lenguaje de esta ternera? Te invita a dar la razón al que te la envía. Atento, pues, a que esta gracia no se convierta en tu condena el día del juicio. Monseñor Quintavalle era estudiante en Derecho y, un día, se encontró por casualidad con fray Félix cuando llevaba un libro en la mano. Preguntado por el fraile limosnero, declaró que se trataba de un texto de leyes. Y entonces fray Félix, con lágrimas en los ojos (pensando tal vez en la tortuosidad y en los atropellos de la justicia humana) exclamó: - ¿Es que existe quizás una ley más hermosa que la del Se– ñor? El prometedor estudiante dio el adiós a la carrera del foro para abrazar el estado eclesiástico. Pero con mucha más frecuencia la enseñanza del fraile analfa– beto adquiría la transparencia fresca y alegre de una página de las Florecillas. Nos referimos sólo a un caso. Desde hacía mucho tiem– po, la señora Felisa Colonna le suplicaba el regalo de una de sus crucecitas. Y al fin, el frailecillo, teniendo que pasar por su casa, se la puso en el bolsillo. Pero de camino encontró quien se apresuró a aligerarlo y, como siempre, fray Félix no supo negarse. Sus cruce– citas eran rebuscadísimas porque curaban diversas enfermedades, se– gún el detallado testimonio de Ascanio de Castromonte Sarzanese, hojalatero de Borgo, prudente, emprendedor y abierto a los proble– mas del espíritu. La noble señora, viéndolo aparecer, le recordó la promesa: Fray Félix, ¿y mi crucecita? Diré la verdad, señora, la traía conmigo, pero la he regalado. ¡Espléndida cosa, prometer y no cumplir! ¿Y cuántas, dijo él, son las cosas que nosotros prometemos a Dios, y después no cumplimos?
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