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ANGEL DE ACRI 389 dad religiosa fue la primera cosa que tomó de mira, excluyendo todas las particularidades opuestas a la vida común, pero teniendo cuidado, al mismo tiempo, de que los religiosos fueran bien trata– dos y tuvieran todas las comodidades que les concede la Regla». Superior, sinceramente padre de todos. En efecto, «destinaba. a los servicios de la comunidad a los más hábiles, a quienes reco– mendaba la mayor atención en su desempeño . Era especialmente so– lícito en el cuidado de los enfermos .. . Hacía muestras de afecto a los que las merecían y las necesitaban, por lo cual era amado y res– petado más que temido». Su misma dolorosa experiencia juvenil le hizo ser superior comprensivo de los jóvenes, clérigos y no clé– rigos, en cuya compañía estudiaba el espíritu de la Orden, leyendo las fuentes más genuinas de los promotores de la reforma francisca– na, poniendo de relieve los primeros hechos y los primeros frailes de los orígenes, y enfervorizando a todos con palabras ardientes y paternales. Superior, pronto a perdonar. Ante un fraile rebelde que le inju– rió, el padre Angel «recibió la mortificación y la injuria con ánimo alegre, sin que saliera de su boca palabra alguna de respuesta, y en adelante procuró siempre favorecerle, ayudarle y servirle en cual– quier necesidad». Dándose cuenta de que algunos religiosos murmu– raban de él en su presencia, el superior no manifestaba en su rostro resentimiento alguno, y «a veces, al sentirse aludido por la murmu– ración, se iba por las escaleras cantando el Jesús Piísimo». En el proceso apostólico de Bisignano, un testigo, capuchino, sintetizó la forma de su gobierno diciendo que el padre Angel era «todo con todos, de tal manera que los súbditos lo amaban tierna– mente, los no súbditos lo deseaban como superior, y los conventos se reputaban felices cuando conseguían la adquisición de su persona». Otro capuchino, al dar su juicio sobre el gobierno del padre Angel, lo propuso sin más como modelo de superior, que, en el gobernar, sabe servir, uniendo juntamente celo y caridad; el padre Angel gobernó tan bien y con tan admirable prudencia nuestras fa– milias religiosas, cuando fue guardián, y toda la provincia cuando fue provincial, que ha quedado plasmada la forma de su gobierno como regla y ejemplo que debe imitarse por todo el que quiera go– bernar con celo y caridad juntamente».

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