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382 «...el Señor me dio hermanos» das de párrocos y obispos, que deseaban tener, entre sus fieles, al misionero padre Angel. El testigo 15?, citado hace un momento, dice que el padre Angel «en el desempeño de misionero fue tan singular que parecía ser un apóstol o que habitaba en él el Espíritu del Señor. .. , por lo cual, tanto príncipes seculares como prelados de la santa Iglesia, conociendo su grandísimo celo, lo solicitaban a los superiores ... de modo que era aclamado por todos como man– dado de Dios para arrancar la cizaña del pecado». Predicador criticado y eficaz A pesar de todo el bien que el padre Angel estaba haciendo en Calabria, no faltaron descontentos y críticas en algunos de los que le escucharon, y hubo reproches e injurias de parte de algunos de sus oyentes. Por ejemplo, en Amantea y en otros lugares, algunos jóvenes se mofaron «de su manera común de predicar»; otros lo censuraban «porque usaba términos vulgares», «porque era torpe su estilo, por las palabras y vocablos que empleaba y por la concatenación de los sentimientos»; otros se burlaban de él «por sus palabras dema– siado vulgares y por sus gesticulaciones .... que parecían pueriles». El párroco de la iglesia de San Eligio, en Nápoles, por medio del sacristán dijo al padre Angel, que había ya comenzado la predica– ción cuaresmal, que no volviera a predicar. Pero en seguida fue llamado de nuevo. En Amantea el universitario Felipe Aurati una mañana interrumpió la predicación del padre Angel y lo insultó de– lante de la asamblea reunida alrededor del púlpito; el motivo aduci– do era que el predicador había impugnado ciertas afirmaciones filosóficas de Renato Descartes, del famoso Cartesio. No contento con eso, el estudiante contradictor, por la tarde, volvió a gritar al padre Angel, que estaba en el confesonario: «Usted es un ignorante, un frailuco desprovisto de toda literatura y tiene el atrevimiento de poner en su boca hombres excelentes en filosofía». Los testigos concuerdan en decir que el padre Angel «sostuvo con fortaleza» tales críticas, discrepancias, villanías y contradiccio– nes; rechazado de Nápoles, no obstante haber sido llamado por el arzobispo Pignatelli , «se marchó». «Nunca se turbó, ni de los es-

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