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ANGEL DE ACRI 381 Sobre el contenido doctrinal y la finalidad de las predicaciones del padre Angel, depone en el proceso apostólico de Cosenza el tes– tigo 5?, quien parece ejemplificar cuanto prescribe san Francisco a sus frailes predicadores en el capítulo IX de la Regla (1223): «Sus predicaciones eran siempre prácticas, enderezadas al aborrecimiento del vicio y al ejercicio y práctica de las virtudes; predicaciones que eran pábulo para todo estado de almas, para los principiantes, pro– ficientes y perfectos, según las prácticas que en ellas se proponían con tanta unción de espíritu ... Eran sus predicaciones un cúmulo de hechos y sentencias de la Sagrada Escritura, corroborados por exposiciones naturales y morales al mismo tiempo... Con algunas fórmulas o modos de decir, breves y acomodados a la capacidad del auditorio, decía mucho y hería los corazones con indecible y espíritual provecho de cuantos le escuchaban con el mayor agrado». Es como un paradigma o norma de cuanto enseñaba el padre Angel en la predicación a los religiosos y de cuanto escribía el 22 de octubre de 1734 al padre José Antonio de Génova: «No deseéis vuestra gloria, en todas vuestras acciones observad los diez manda– mientos, los preceptos de nuestra santa madre Iglesia, las promesas hechas a Dios en vuestra profesión, los consejos que nos da la Igle– sia en el sacrosanto Evangelio; en fin, obre en conformidad con todo lo que Dios quiere, y con afecto de corazón y con verdad dirá Pater noster, qui es in coelis... » Sobre los estímulos de la gracia que suscitaba la predicación del padre Angel, «siempre incansable y con espíritu fervoroso ... hasta el final de su vida», informa el testigo 8° en el proceso ordinario de Consenza: «Fue indecible el fruto de su predicación, tanto que muchos pecadores inveterados se dieron a una santa penitencia con cambio repentino de vida». El testigo 15?, un capuchino que fue varias veces compañero de predicación, añade: «Su predicación sen– cilla y franca era deseada por todos, por ser sustancial y provechosa a sus almas; más aún, decían todos que en él predicaba el Espíritu Santo, por las conversiones y cambios de vida que se veían en lo más perversos y obstinados pecadores, viéndose las ciudades y luga– res de libertinaje convertidos, después de sus predicaciones y misio– nes, en otras nínives penitentes». En vista de tales frutos espirituales, se acumulaban las deman-

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