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26 «...el Señor me dio hermanos» a la Iglesia a santa Rosa, a santa María Mariscotti y a su emulador y hermano san Crispín. Fray Bonifacio narró estas cosas con la satisfacción del maestro que contempla la exaltación del discípulo predilecto. Pero, tal vez, un nudo en la garganta traicionaba su íntima emoción. El santo de las calles de Roma Fray Félix se había hecho capuchino con la convicción de poder vivir en la soledad de los bosques. Y, en realidad, así fue al menos en los primeros cuatro años, durante los cuales vivió en los solitarios conventos de Fiuggi, Monte San Giovanni, Tívoli y Viterbo. Pero después, en 1547, debió dirigirse a la inquieta y fastuosa Roma del siglo XVI. Y muy pronto, a la par que el de la soñada soledad, se desvaneció también otro sueño. Félix Porri se había hecho fraile con el voto de no tocar jamás el pan, exactamente como tenían por costumbre los padres del desierto. Apenas llegado a Roma, por el contrario, los superiores lo destinaron a mendigar el pan y, después, también el vino. Siendo anciano, bromeaba sobre este contratiempo: -No quería tocar el pan, y el Señor me hizo el amo de todos los hornos de Roma, y no he hecho otra cosa que llevar sobre la espalda pan. Su pesado y penoso oficio, puso a Félix en contacto diario con el pueblo. Y él, más que por la mirada, aprendió a distinguir a los «amorosos», es decir, a los benefactores, por el sonido de la voz. Y éstos se aficionaron al hermanito de los ojos constantemente bajos. Su presencia era anunciada por un humilde y confiado «Deo gratias», gritado en la puerta de las covachas o en el rellano de los palacios. Así durante cuarenta años, viendo crecer, e influen– ciando también santamente, a dos generaciones. De hecho, fray Fé– lix permaneció allá en su oficio hasta pocos días antes de su muer– te. Cuando era ya anciano, el cardenal Santori le ofreció jubilarlo de aquel peso. Pero él bromeó: - Querido monseñor, mis prelados saben lo que conviene. Yo le añado: el soldado debe morir con las armas al hombro y el asno bajo la carga. Las fiestas más grandes se las hacían a fray Félix los alumnos
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