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CRISPIN DE VITERBO 355 milagro es un acto de amor realizado a favor de los hermanos nece– sitados, terminaríamos alejando de nosotros a fray Crispín, precisa– mente cuando tratamos de acercarnos a él y penetrar en el significa– do profundo de su experiencia religiosa y humana. Examinando atentamente la amplia documentación llegada has– ta nosotros, resulta incuestionable que el empeño principal de fray Crispín no consistió en procurar los medios de subsistencia para la pequeña familia que vivía en el convento, sino, más bien, en la solicitud que prodigó a favor de esa otra gran familia formada por los habitantes de Orvieto y de sus alrededores. Es increíble la labor que realizó en el campo asistencial y religioso y a favor de la paz y de la justicia. Nadie queda al margen de su celo: enfermos, pecadores públicos y privados, religiosas, prostitutas, madres solte– ras, niños abandonados, familias reducidas a la miseria, almas de– sesperadas por la duda. Para remediar estos y otros males fray Cris– pín llama a su alforja y a su buen corazón, recurriendo también, cuando es del todo necesario, al milagro. El anecdotario es abun– dantísimo y confirma ampliamente los testimonios genéricos aporta– dos por los testigos en los procesos. Pero ¿cómo reseñar en tan breve espacio las catorce obras de misericordia corporales y espiri– tuales que fray Crispín ejerció a diario en las largas jornadas de Orvieto? La visita a los enfermos y encarcelados entraba en las tareas diarias de fray Crispín. Consolaba, y no sólo de palabra, a los unos y a los otros. Se solía prestar mucha atención a lo que le decía a un enfermo. Cuando decía «amigo, has vencido», anunciaba la curación. Si, en cambio, exhortaba diciendo «encomendémonos al Señor», había que prepararse para la muerte. Otras veces era más explícito, como sucedió con un joven «sano, robusto y extravagan– te». «Amigo -le dijo- no quiero lisonjearte con falsas aparien– cias ... ». Pero, de ordinario, predecía la curación, como podía dedu– cirse de su manera de saludar: «Tío Carlos, mañana ya no habrá nada». O también: «Amigo, toma una presa de tabaco ... ». No po– cas veces, sin embargo, fray Crispín llevaba también un auxilio con– creto. Hasta para el compañero era un misterio lo bien informado . que estaba de los enfermos y de sus necesidades. Una vez el herma– no que le acompañaba le oyó decir: «Vayamos a visitar a una viejecita

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