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354 «... el Señor me- dio hermanos» «Guárdalo, pues ahora no necesito; volveré otra vez a recogerlo». Un testigo precisa: «Buscaba lo necesario y nada más. Pero no ha– bía nada que se le negase a fray Crispín». A quien, movido de generosidad, le obligaba a aceptar algo, le respondía jocosamente: «¿Es que quieres ir tú sólo al cielo? Da también a los demás la oportunidad de hacer limosna. Cuando tenga necesidad de la tuya te la pediré». Cuando el que le ofrecía limosna vivía en condiciones de penuria, la rehusaba «con buenas maneras», diciéndole que vol– vería en caso de necesidad. En el convento fray Crispín tenía una pequeñita huerta en la que cultivaba todo género de verduras para ser después distribuida en la portería o regalarlas a los bienhechores. Además, en circuns– tancias especiales, solía invitar a los bienhechores al convento y les trataba con cortesía y jovialidad. En los procesos se leen otras muchas cosas sobre lo que podría– mos llamar el estilo de fray Crispín como limosnero. Así, se le veía caminar con las alforjas al hombro y como oculto debajo de ellas, sin que nunca las cediese al compañero, aunque éste fuese joven y fuerte. Uno de ellos confesará que «ir de compañero de fray Cris– pín era como salir de recreo». Andaba siempre descalzo y con la cabeza descubierta. En determinadas ocasiones daba también la vuelta . por la montaña de Orvieto, naturalmente a pie y cargado de sus inseparables alforjas. Cuando se le ofrecía un refresco respondía jo– cosamente: «Otra vez será, hoy no es mi día». Pero su día no llegó nunca. Trataba familiarmente hasta con los judíos, de los cuales también recibía limosnas. Lo que daba fray Crispín Los nmos le hacían fiestas y le llamaba «san Crispín»; los de Viterbo reprochaban a los de Orvieto que les hubiesen arrebatado su «santito»; los de Orvieto hablaban de su «san Félix» y de la «religión de fray Crispín». Pero por encima de todo esto estaba su fama de taumaturgo. Efectivamente, dadas las multiplicaciones de vino, harina y pan, y las curaciones y profecías que se le atri– buían, fray Crispín era tenido en concepto de milagroso. Pero no lo vamos a seguir por este camino, ya que, aun sabiendo que el

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