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352 «... el Señor me dio hermanos» Para resumir los primeros dieciséis años (de 1693 a 1709) que fray Crispín vivió entre los capuchinos nos es insuficiente su lema programático de «pobreza y limpieza», pues éste está formado por la tríada «oración, trabajo y penitencia». A propósito de esta últi– ma tenemos testimonios por cierto bien elocuentes. Ya de anciano «solía decir que las penitencias deben ser hechas mientras se es jo– ven, pues cuando se llega a viejo no se puede hacer lo que se quie– re» . Y a fray Mariano de Viterbo le confió más de una vez lo que él había hecho «de joven». Son datos que se hallan ampliamente confirmados en los relatos de los testigos en los procesos. De todas formas el campo de trabajo de fray Crispín fue mu– cho más amplio. Así, con ocasión de una epidemia, se ofreció es– pontáneamente para ir a cuidar a los hermanos enfermos de los conventos de Farnese, Gallese y Bracciano. Al que trataba de disua– dirlo advirtiéndole del peligro de un contagio, le respondía alegre– mente: «La obediencia auyenta los malos aires». O también: «Yo voy en compañía de un supermédico (san Francisco) y me he provis– to de un buen vaso de óptima triaca (la obediencia) contra la mala– ria». Pero en el caso de Bracciano no fue profeta. Sirvió con total dedicación y pronto los frailes se restablecieron. Pero él cayó grave– mente enfermo y fue necesario trasladarlo a la enfermería de Roma, donde llegó a temerse por su vida. Fue durante el provincialato del padre Leonardo de Viterbo (1704-1708). El limosnero Parece ser que fray Crispín no fue a Orvieto como limosnero. De hecho, los últimos meses de 1709 estuvo en la huerta del conven– to. Sólo a principios de 171O fue a Orvieto a pedir pan, vino y aceite para sus hermanos, cosa que había de seguir haciendo duran– te treinta y ocho años enteros, no cuarenta, pues deben tenerse en cuenta dos interrupciones, acaecida una en 1715 (cuando su aleja– miento a Bassano) y otra en 1744 (cuando estuvo internado en la enfermería de Roma); fue en esta ocasión cuando los capuchinos, puestos ante el dilema de «o fray Crispín o el hambre», se vieron obligados a hacer volver a quien ya los habitantes de Orvieto llama-
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