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San Crispín de Viterbo La alegría franciscana Mariano de Alatri La vida de fray Crispín se nos presenta rica de anécdotas pinto– rescas y de dichos agudos y profundos. El primero en quedar fasci – nado es el mismo biógrafo, quien se siente casi obligado a escribir basándose en ellos, puesto que caracterizan y presentan tan adecua– damente a su protagonista. Sin embargo, bien pensadas las cosas, anécdotas y aforismos pueden desorientarnos, ya que, al mismo tiempo que acentúan ciertos aspectos, pueden aislarlos del contexto tal cual es y dejar en la oscuridad la trama de todos los días. Es este un prenotando necesario, puesto que, tratándose de santos, hay siem– pre el peligro de idealizarlos, es decir, de no entender la realidad misma de su vida diaria, la vida de verdad, la que vivieron en con– tacto con los hombres y en las circunstancias concretas que les obli– garon a actuar. Entre la escuela y el taller Crispín nació en Viterbo, en la calle llamada del Botarone, el 13 de noviembre de 1668, y fue bautizado con el nombre de Pedro en la parroquia de San Juan de Zoccoli. En el acta del bautismo constan también los nombres de su madre Marcia, de su padre Ubaldo Fioretti y de su padrino Angel Martinelli. Ubaldo, que se había ca– sado con Marcia, viuda y con una hija, era artesano, y pronto aban– donará la escena dejando huérfano a Pedro todavía en corta edad y viuda por segunda vez a Marcia. Su puesto será ocupado por su hermano Francisco, un zapatero que le quería de verdad, de quien destacan las crónicas su interés por el sobrino, al que hizo frecuen-
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