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340 «... el Señor me dio hermanos» «¿No ves, oh loca, que todas aquellas estrellas te invitan a pade– cer?» . Como se ve, estamos en los antípodas del Cántico del her– mano sol, en el que todas las criaturas son invitadas a alabar al Señor . Es también necesario hacer un examen crítico de sus escritos, buscando sobre todo establecer en qué condiciones de tiempo y de lugar fueron dictados (de noche, a la luz parpadeante de una vela, en una celda frecuentemente fría); en qué condiciones psico-somáticas (obligada, deprimida o exaltada, tal vez cegada por el sueño, debili– tada por los prolongados ayunos, o calenturienta); qué idea tenía ella de esto que estaba escribiendo, qué valor le atribuía, si era cier– to o dudoso (me refiero en especial a las apariciones y a los diálo– gos). Otra cosa absolutamente necesaria es la de estudiar diligente– mente la terminología usada por ella. Cito un ejemplo: el término «humanidad» es una feliz creación literaria, una personificación que de vez en cuando sirve para indicar la razón, es decir, su sentir personal, natural, o mejor el cuerpo con sus exigencias primordia– les; otro término que lleva definido el significado es aquel de demo– nio. Será necesario, además, buscar identificar las «fuentes» de los escritos de Verónica, la cual como es resabido, no había estudiado teología: en qué medida sus escritos dependen de lecturas de escritos ascético-místicos, de las largas conferencias o coloquios tenidos con sus directores de espíritu, de su capacidad de reflexión, de eventua– les visiones o iluminaciones interiores, del temperamento artístico de la santa que encuentra medios de expresión que se congenian con ella y, en muchos casos, innegablemente hermosos. «Intermediaria» entre Dios y los pecadores El término «intermediaria» aparece numerosas veces en las pá– ginas del Diario, en la boca de Verónica, en la boca de Cristo, en la boca de la Virgen. Indica la misión mediadora que la santa está llamada a desarrollar, por la salvación de las almas, con el ofrecimiento expiatorio de su vida, la oración, los sacrificios. E in– dica asimismo el ansia profunda de salvación que atormentó a Verónica durante toda la vida. De modo particular, su expiación
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