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330 « ...el Señor me dio hermanos» ras» comenzaron a ser menos frecuentes, para desaparecer comple– tamente en el 1699. De ahora en adelante Verónica estará satisfecha de «sufrir los males y tormentos que veía y sabía les venían dados directamente de la mano de Dios para purificarla siempre más». Una regla de oro ésta, que no dejará de inculcarla a las jóvenes religiosas, que quería «moderasen su deseo de penitencias». «No más amor en palabras, sino obras, y hechos» Por inclinación natural, Verónica era llevada a hacer la parte de María, no aquélla de Marta. En los primeros tiempos transcurri– dos en el monasterio, creyó poder apagar su sed de perfección in– troduciéndose en la meditación contemplativa. La empujaba en esta dirección también la repugnancia que tenía por los trabajos domésti– cos humildes y por los servicios caritativos. Después, para llenar el sentido de vacío y descontento que hay en ella, escoge el servicio . Concibe, por otra parte, el trabajo manual como un ejercicio de ascesis, como una penitencia. Esto desencadena en ella una invenci– ble repugnancia, porque hasta aquel momento jamás le había veni– do a la mente que realizar aquellos actos fuese más útil y más al– truístico que el retirarse a su celda para la contemplación y mortifi– cación. De cualquier modo, ella busca preguntarse si la pura con– templación puede resolver el problema moral de la vida; y esto la lleva a discutir entre sí, si tiene mayor valor espiritual la vida activa o la contemplativa. He aquí una frase suya muy reveladora: «po– drás estar en el mundo y hacer el bien y ser asimismo útil a los demás». Afortunadamente, pronto concluye que a los otros puede ser útil también quedando dentro del monasterio. Así, hablando del vivir escondido en Dios, ella escribe: «y esto yo lo he de hacer en la oración, en el obrar, por todas partes; no con el retiro de la persona en la celda, sino en medio de toda la comunidad he de practicar la soledad con Jesús ... Me parece a mí que con las obras mejor se verá cuanto Dios pide de mi». Verónica ha conseguido una certeza práctica, es decir, que el modo más eficaz para encontrar y adorar a Dios consiste en buscar– lo con sinceridad en medio de cientos de ocupaciones diversas.
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