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Santa Verónica Giuliani Una vida consagrada a la expiación Mariano de Alatri No es raro que los místicos tengan la pluma fácil y Verónica Giulani no constituye una excepción, ciertamente, con las 22 .000 páginas manuscritas del Diario, en que narra el dramático y exaltan– te acontecimiento de su camino hacia Dios. La santa lo escribe «con mortificación y sonrojo ... por pura obediencia»; pero, sin poner en menos la verdad, podía haber añadido: con gran fatiga y sacrificio del sueño, porque los recuerdos fueron ordinariamente anotados en el curso de la noche, privando al cuerpo del debido descanso. En la práctica, el Diario cubre todo el arco de los sesenta y siete años de vida de la santa, desde los primeros recuerdos de la infancia -de ellos se hace mención en cinco expresas relaciones– hasta el 25 de marzo de 1727, cuando, al decir de Verónica, la Virgen le sugirió escribir: «Punto final», y su cansada mano dejó, para siempre, la pluma. En el costado de Cristo Verónica nace en Mercatello sul Metauro el 27 de diciembre de 1660, y fue bautizada al día siguiente con el nombre de Ursula. Su padre, Francisco, mandaba el regimiento local, con el grado de alférez. De su matrimonio con Benedicta Mancini habían nacido sie– te niñas, dos de las cuales murieron de tierna edad. Ursula fue la última y, como las demás, creció en un ambiente imbuido de pie– dad, creado sobre todo por la madre, mujer profundamente religio– sa y de delicados sentimientos, que dejará a sus polluelos el 28 de abril de 1667, con apenas 40 años.
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