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318 «... el Señor me dio hermanos der que su acc10n, en modo alguno, era extraña al éxito de ciertas empresas, como la conquista de la formidable fortaleza de Buda, considerada «la llave del imperio otomano» y «el escudo del Islam» (1686). Incluso puede decirse -y lo confirma el propio padre Marcos-, que la toma de otra gran fortaleza, Belgrado, considera– da, asimismo, «llave de los Balcanes», se debió principalmente a su influencia, contraria a la de la mayor parte de los jefes militares: «Si yo no hubiese estado allí -escribe al emperador-, nunca se hubiese conseguido lo que se logró». «Sólo yo me opuse a todos los contradictores, sin cuidarme de las persecuciones y afrentas que podrían aguardarme». E incluso se puede añadir que se hubieran obtenido mayores ventajas si se le hubiese escuchado algo más. Después de 1688, o sea, después de la conquista de Belgrado, el padre Marcos no volvió a los campamentos y se vieron las conse– cuencias. Para parar la marcha de los imperiales hacia Constantino– pla, Francia entró abiertamente en guerra. Asediado por dos frentes tan distantes, Leopoldo I se vio pronto en mala situación, incluso porque Polonia había salido prácticamente de la Liga hacía tiempo, y el papa daba poca o ninguna ayuda. Se perdió Belgrado. Austria inferior volvió a temblar por las correrías de las hordas musulma– nas. La misma Viena fue presa del terror ante la posibilidad de un nuevo asedio. En estas circunstancias, nuevamente trágicas, el padre Marcos continuó, sobre todo en el verano de 1697, al lado del emperador para ayudarlo y sostenerlo, y para estimular a los ministros, que no sabían donde volver ya los ojos para reunir el dinero necesario con que pagar a los soldados. Y, sobre todo, para movilizar espiri– tualmente a la población e invitarla a la oración, a la penitencia, a una verdadera cruzada penitencial. Y, precisamente, mientras esta cruzada estaba en pleno desarrollo, llegó la noticia de la victoria memorable obtenida por el príncipe Eugenio de Saboya, en Zenta (11 de septiembre de 1697). Victoria que destruyó completamente el poderoso ejército que Mustafá II había preparado para invadir Hungría. No pocos vieron en esta victoria la respuesta del cielo a la cruzada penitencial promovida por el padre Marcos. Y podría añadirse que la intrepidez, la energía, el valor del siervo de Dios en medio del pesimismo generalizado provocaron la admiración de

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