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316 «.. .el Señor me dio hermanos» rable batalla, que había de decidir la suerte de la capital y cuyo resultado tendría incalculables consecuencias para toda la cristiandad. La victoria fue total. Los turcos fueron completamente arrolla– dos, huyeron dejando en el campo de batalla 10.000 muertos, frente a 2.000 de los cristianos. El padre Marcos, que durante la batalla no había dejado de moverse entre la tropa para animarla y bende– cirla, tenía el corazón que le reventaba de alegría. Como todos, desde luego. Lamentablemente, no supieron aprovechar la victoria y sacar de ella todas las posibles ventajas. En vez de perseguir al enemigo, se le dejó la posibilidad de reorganizarse y conservar gran parte de Hungría. Inútiles fueron los consejos y apremios del padre Mar– cos, unidos a los del nuncio y del duque de Lorena. Por fin, el siervo de Dios, aburrido de tanta insensatez y persuadido de que su misión había llegado a su término, retornó a Italia. Inútil fue la insistencia del emperador para retenerlo consigo. Cruzada contra el turco Sin duda que el padre Marcos no pensaba que la liberación de Viena representase, en los planes de la providencia, otro súbito vira– je en el curso de su vida. No imaginaba que él mismo llegaría a ser «el brazo derecho de la santa liga». Tal vez comenzó a entrever– lo en las cartas en las que el emperador, el duque de Lorena y Sobieski, le anunciaban siempre nuevas victorias. Con mayor clari– dad debió intuirlo, cuando Leopoldo I y otros se dirigieron a él, para que solicitase a la república de Venecia entrase en guerra al lado de los aliados y atacase a los turcos por mar. Así actúa él, apro– vechando la circunstancia de que en 1684 se encontraba predicando la cuaresma en la misma Venecia, en la parroquia de San Casiano. Puso así las premisas para una alianza ofensiva y defensiva que, con el nombre de la «Liga Santa» -como lo apellidó Inocencio XI-, comprendiese al papa, al emperador, Polonia, y Venecia. De hecho, en un cierto momento escribía a Leopoldo I: «Ya veo que Dios me quiere entregado al bien de la cristiandad y muy a gusto me someto a su voluntad». Palabras éstas que expresan, en síntesis, la idea que él se había formado de la guerra contra los turcos

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