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314 «el Señor me dio hermanos» tendente a romper o aflojar la cadena habsburguiana que le oprimía desde el Rin, los Países Bajos, los Pirineos. Por ello provocaba y sostenía en Hungría una fracción de rebeldes, muy activa y peligro– sa; ayudaba a los polacos a hacer otro tanto, e incluso hostigaba secretamente a los turcos para que desencadenasen la guerra contra el emperador. El padre Marcos había dado comienzo a su misión en 1680. Aho– ra, en 1682, volviendo cerca del emperador, se demoró allí un mes y, en repetidos y confidenciales coloquios, no tuvo miedo en denun– ciar injusticias, corrupciones, atropellos a la libertad eclesiástica, co– sas que él ya conocía de buena fuente. Esto no le impedía el ejercicio del ministerio sagrado. Célebre entre todas fue la función que tuvo lugar el 12 de julio, en la catedral de San Esteban, llena hasta los topes. El padre Marcos celebró la misa y los soberanos, con otros muchos, recibieron de él la comunión. Después, la recitación del acto de contrición hubo de hacerse al aire libre, en amplia plaza de hier– bas, siendo increíble la conmoción que supo suscitar. Apenas terminada su misión volvió a Italia, no obstante la in– sistencia de Leopoldo I para que prolongase su estancia en Viena. A su vuelta hubo de emprender otros viajes, hasta que una grave dolencia lo postró en cama. Liberación de Viena De años atrás se venía temiendo una agresión turca por la parte de Hungría. Ultimamente los temores se hacían cada vez más concre– tos, hasta transformarse en pavorosa certeza. Efectivamente, el gran visir, Kara Mustafá, después de haber reorganizado el imperio oto– mano y obtenido seguridades de que el rey de Francia no se opon– dría, centró sus tropas en Adrianópolis. Al principio de 1683 se puso en marcha hacia Hungría y Austria con un ejército de cien a cin– cuenta mil hombres. Masa imponente a la cual el emperador no po– día oponer más de 40.000 soldados al mando del duque Carlos V de Lorena. Al lado de Leopoldo, con una eficaz ayuda financiera, se colo– có el papa Inocencia XI, que ya con anterioridad se había movido para unir a los príncipes cristianos en una cruzada antiturca, pero

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