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308 «... el Señor me dio hermanos» el siervo de Dios publicó unos opúsculos, que alcanzaron gran difu– sión. Además, el acto de contrición, impreso en múltiples hojas, era difundido en ocasiones mediante miles y miles de ejemplares distribuidos a su paso o a su llegada a las diversas poblaciones. El padre Marcos se tornaba así en el gran apóstol del acto de con– trición, y durante un cuarto de siglo removió su mensaje penitencial la conciencia de Europa. Después de la recitación del acto de contrición, y de una fervo– rosa exhortación llegaba el momento más anhelado por los fieles: la bendición. Y entonces sucedían cosas humanamente in– explicables: lisiados que tiran sus muletas, enfermos que abandonan el lecho, o se declaran curados. No se puede excluir que, a veces -dentro del clima del intenso fervor provocado por el siervo de Dios- la autosugestión jugase su papel. Pero, frente a ciertos he– chos, no es posible la autosugestión. En 1681, por ejemplo, en Munich de Baviera, sólo en la iglesia de capuchinos se recogieron 150 muletas, ochenta bastones, dos aparatos ortopédicos y otros objetos que habían dejado los enfermos curados. El propio duque de Baviera hizo recoger y publicar los testimonios auténticos de 117 curaciones. También el obispo de Ausburgo, el mismo año, ordenó una investigación sobre hechos similares acontecidos en su diócesis y mandó publicarla. Tuvo gran difusión. En otros lugares pasaba lo mismo. Con el padre Marcos, apóstol del acto de contrición, se levan– taba un fuerte viento de gracia que recorría ciudades y regiones, que dejaba una huella profunda no sólo en el recuerdo sino, sobre todo, en el alma de la población. Primeros grandes viajes a través de Europa Después de 1676, la fama del padre Marcos no tardó en difundir– se por dentro y fuera de Italia. Su poder taumatúrgico atrajo en torno a sí un número creciente de personas. Todo esto no tardó en transformar su predicación cuaresmal en una tarea extenuante. No tanto por la normal predicación cotidiana, cuanto por el continuo afluir de la gente a las horas más intempestivas. Los fieles venían
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