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San Félix de Cantalice El santo de las calles de Roma Mariano de Alatri En aquella tibia mañana de octubre, Félix Porri, lejos de tomar su dirección habitual hacia los campos, emprendió el camino que llevaba al convento de Cittaducale. En la puerta lo recibían los frai– les. Le acompañaban todos los que, de alguna manera, componían el clan de los Picchi. Cm¡ndo el padre guardián lo revistió con el hábito franciscano, en el comulgatorio del altar mayor, hombres y mujeres, prorrumpie– ron en llanto. Acabada la ·ceremonia, Félix, radiante de gozo hasta la médula, les preguntó: - ¿Por qué lloráis? - ¡Jamás encontraremos un joven tan fiel como tú! Pero, en realidad no se trataba sólo de fidelidades y de intere– ses. En casi veinte años de servicio, él se había conquistado el cora– zón de sus patronos, ocupando el lugar de un hijo, de un hermano carísimo. «El hombre de fuera» Félix había nacido en Cantalice el año 1515. Ya anciano, a quien le preguntaba por su edad, solía contestarle que, cuando el saqueo de Roma (1527), él contaba doce años. Su padre se llamaba Santos y su madre Santa. Antes que Félix, nacieron Blas y Carlos y por detrás le seguían Potencia y Pedro Marino . Este último murió trá-

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