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292 «...el Señor me dio hermanos» diretes de ciertas religiosas, se resolvió a prohibir a sor Micaela que prosiguiese con los escritos; y, además, que hablara de Dios con cualquier hermana; que tuviese presencia de Dios, oponiéndose a cualquier comunicación del Altísimo; sin tener oración, sólo podía pensar en los novísimos; además, que se divirtiese. Así lo puso por obra. ¿Qué había sucedido? Por Murcia se comentaba que las capu– chinas, en las Ermitas, trataban con menos recato del conveniente a los capellanes. Para zanjar los rumores, el prelado de la diócesis encomendó a su provisor -que estaba resentido con el padre Bojados- una visita canónica. El delegado episcopal, tomando por cierto cuanto se decía, penitenció a la madre Astorch y a su vicaria. Cuando más tarde la mujer calumniadora se retractó en público, se hizo patente la inocencia de las monjas. La sensación de sor Micaela entre tanto, era de persecución de las criaturas, que la motejaban de falsa y mentirosa. Se le acrecen– taron las dudas y temores de espíritu, pues pensaba: si la madre Astorch es tan buena y procede así, habrá recibido revelación del engaño en que vivo. Dejó de atender la oración, aunque Dios no la abandonó en el desamparo, advirtiéndole que el alma religiosa que no tiene oración, no merece ser reconocida como religiosa, sino como seglar. Sin embargo, en las Ermitas Dios se le comunicaba a pesar de la prohibición de las criaturas, porque es dueño de sus elegidos. Aumentóse su confianza en el Altísimo y el ansia de amarle más, pues «Dios es quien pelea por ella»; no rehuye el sufrimiento, ya que los «trabajos» son «medios eficaces para conseguir la perfec– ción, si se llevan bien»; encuentra paz, gozo y luz en la presencia de Dios; insiste en la oración y, en particular, suplica que le cambie el camino por donde la lleva por otro más acorde con el de las demás religiosas. Perdió por aquel tiempo a su director espiritual. Vuelve la comunidad a su monasterio reconstruido el 28 de no– viembre de 1652. En la ciudad siente una rigurosa ausencia y retiro de su amado. Retorna la oscuridad, semejante a la descrita, pero con mayor vehemencia. Aumenta su padecer el nuevo director, el canónigo don Francis-
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