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URSULA MICAELA MORATA 287 En la noche de Navidad, la reina de los ángeles le presenta a su hijo para que descanse en su corazón, porque los hombres responden ingratos a sus finezas amorosas. Ella se halló corrida de ver su corazón sucio e indigna de recibir tanta merced. Se resiste, y oye el lamento del niño, que ni ella le recibía. Se encrespó su emoción con demostraciones de amor a Jesucristo. También, en visión intelectual, conoce cómo el Señor le pro– pone trocar corazones: «Yo me quedaré con el tuyo y tú te quedas con el mío». Sí, le contesta, «que no se satisfacen mis ansias menos que con mi Dios». En toda su vida hay una correlación: amor– sufrimiento, sufrimiento-amor, ansias de padecer por el bien y sal– vación de las almas. Es su vocación de religiosa contemplativa. Pero tendrá siempre, entre las amorosas suspensiones, la niebla de un fondo de sufrimiento por si la envuelve engañosamente el ángel del mal. En todo caso reconoce que nunca puede ella merecer estas misericordias, y expresa su esperanza de salvarse por los méritos de Cristo. La vida purgativa le ha conducido a la integración moral, al desarrollo de la fe y a la verdadera confianza en el Señor. Las chis– pas de luz divina han cruzado el horizonte de su alma como fugaces estelas cuyo resplandor aclaraba los anhelos del corazón, afirmando la voluntad decidida de vivir en Dios. Podemos ver que ha madurado en la fe con un conocimiento profundo de pecadora. Ha ido adquiriendo un descenso de la ansie– dad como exigencia impulsiva y mellado las defensas psicológicas: disminuyó la necesidad de defenderse, doblegó su YO con la obe– diencia, y en la oración y contemplación adquirió la paz, en aras a la desnudación propia, para que la revista Cristo. En resumen: en sus primeros 22-23 años ha superado su egocen– trismo infantil y adolescente en medio de singulares favores del Altí– simo; ha utilizado la mortificación de sus gustos particulares para conformar las exigencias del espíritu a la gracia; la oración frecuenta– da desde pequeña, con debilidades y altibajos, también presentes en su vida religiosa, la ha preparado a la auténtica confianza en el Padre. A partir de ahora, Dios la seguirá llevando de la mano sin aban– donarla; pero la aridez espiritual, las tentaciones y el sufrimiento se harán sentir en su alma para realizar la purificación.

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