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284 «...el Señor me dio hermanos» no se arredra y le dice: «Madre mía, no dejé mi tierra para volver– me a ella. Ahora ha de ser». Cedió la superiora a la súplica, y admitida en el claustro estuvo tres meses a prueba. Por otra parte, el tentador le insistía machaco– namente con imaginaciones para que dejara de tomar el hábito reli– gioso, agitando su imaginación con las muchas ocasiones que , den– tro del convento, encontraría para perder el alma. Como único consuelo se refugia en la oración en donde percibe la certeza en espíritu de la oferta de Jesús: «No temas, que presto tendrás lo que deseas». Movióse luego el corazón de las monjas, y el 14 de enero de 1646, octava de Reyes, le ofrecieron el hábito de capuchina. En el año de noviciado· probaron su capacidad para ser reli– giosa capuchina y a pique estuvo de ser rechazada. Porque «sien– do de natural vivo y colérico», tal fue la atención al silencio in– terior, que parecía flemática, sin genio e índole: los sentidos sólo estaban atentos, como en profundo sueño aparente, para amar y entender que sólo había Dios. Pasaba sobre las cosas para perca– tarse del misterio inefable. Silencio eterno del que sale la Palabra, Cristo. Pensaba, sin embargo, la madre sor María Angela que era ne– cesario avivarla. Sin miramientos le encarga los oficios más humil– des y de mayor trabajo, sustituir a la religiosa cocinera durante la oración, reiterar ásperas reprensiones, muy singularmente en presen– cia de la comunidad. Habiendo otras novicias, con ninguna usaba de tanto rigor y severidad. Pero nada era bastante para despertarla de la dulce quimera durante sus ocupaciones, aunque la memoria permanecía solícita pa– ra realizar las obras encomendadas y el entendimiento para dárselas a conocer a fin de cumplirlas con toda perfección. Cuanto más as– perezas, mayores caricias y regalos le venían de Dios, que le alegra– ban la vida hasta el extremo de acrecentar el amor a la· superiora porque «le tenía más afecto que a las demás» por ser con ella más agreste en la mortificación. Cercano el tiempo en que había de hacer los votos, la madre Astorch le dijo que no estaba contenta con ella, porque no era apta para la vida religiosa, y la solución era salir del convento .
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