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URSULA MICAELA MORATA 2.83 a los tres días el sueño de premonición era realidad con la presencia de la muerte. Por entonces (1645) le sobrevino durante un tiempo el estado psicológico de los escrúpulos. Aunque el escrúpulo es de naturaleza psíquica, se narra en las hagiografías su presencia con motivo de inicio de conversión espiritual o de vocación particularmente com– prometida. Es cierto que en el orden sobrenatural, la vocación está en función del Cristo total. Pero esto no es óbice para que el Espí– ritu Santo, a pesar de los apremios compulsivos de la persona, pre– sente la llamada a la santidad . Sufrió episodios de figuraciones imaginativas, de juicios temera– rios, representaciones alucinantes de tipo sexual, aberraciones contra la fe ... , en intenso sufrimiento por temor exagerado de ofender a Dios. Momento de especial amargura era el tiempo dedicado a la oración; y por el reiterativo y constante padecer, dejó de hacerla. Guardó tanta lucha en el silencio de la intimidad. Su director espiritual, cierto día, le previno acerca de la ora– ción, a lo que tuvo que manifestar que la había dejado del todo y los motivos que la impulsaron. No se amilanó el confesor experi– mentado, y le impuso una hora diaria durante la noche, con la ad– vertencia de que, aunque viera al diablo con los ojos corporales, no la había de dejar, y le arguyera que primero la obediencia, antes que la vida. Resuelta a obedecer, determinóse a cumplir el mandato. La pri– mera y segunda noche se empapó de sudor frío e inquietud en todo el cuerpo; pero a la tercera, se sintió sosegada y en quie:ud, gozan– do de la dulzura de la oración como siempre le había sucedido. En el verano propuso a su hermana-madre que negociara su ingreso en las madres capuchinas de Murcia. Resuelta a complacer a Ursula, el día 18 de octubre (1646), ambas se dirigen a Murcia para tratar su ingreso en el convento. El monasterio de las capuchi– nas era de reciente fundación, toda vez que en él entraron las reli– giosas el 29 de junio de 1645 . Gozosa llegó al convento, siendo recibida por la abadesa, ma– dre Sor María Angela Astorch, beatificada por Juan Pablo II el 23 de mayo de 1982. La monja fue tajante: vuélvase a Cartagena. Ursula, confiada en la palabra que le había dado su Majestad,

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