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280 «... el Señor me dio hermanos» Sufrió viruelas que la pusieron al borde de la muerte. Estuvo a su entender veinticuatro horas sin sentido. Tiempo que no perci– bía sensorialmente, pero mantuvo activa su conciencia personal: se le proyectó una brillante luz sin imagen alguna, teniendo inteligen– cia de Dios que le arrebataba las potencias intelectuales de gozo inenarrable. Sólo Dios había de cautivar su corazón. Esta narración se hace selectiva porque al recuperar la percep– ción sensorial quedó curada de la enfermedad y razonaba como un adulto, cosa que admiraba a los presentes. A los seis años identificaba trabajar con el ejercicio de las ora– ciones. También encuentra motivo para proseguir con mayor inten– sidad el dominio sobre sí misma con la mortificación. La cosa fue que, a la entrada de su casa, después del tiempo de oración, tuvo conocimiento de experiencia de Jesús crucificado que le impulsaba a crucificarse en el camino y penalidades que El llevó en su paso por la tierra. Confiesa que sentía ansias de padecer y realizar peni– tencias; pero no las ponía en ejecución sin comunicar con alguien estos impulsos. De su carácter confiesa que era de natural vivo, colérico, pron– to y soberbio: impulsiva y exigente, llegaba a tirar al suelo lo que tuviera en las manos si al momento no satisfacían sus peticiones, mordiéndose las manos y estirándose el cabello. De otra parte era pasional, pero afable y bondadosa con los demás, amiga de dar gusto y también compasiva, que más sentía el padecer ajeno que el propio, sin alcanzar memoria de haber hecho mal a nadie. Mani– fiestamente de natural temeroso y encogido, era desprendida y des– pegada de las criaturas, aunque se daba a la gula. Le molestaba sobre manera la mentira; en las decisiones, coherente con sus princi– pios, cumplía los compromisos. Tímidamente, a esta edad de seis años, se propone -dice– ayunar las cuaresmas y, durante el año, los viernes y los sábados dedicados a la Virgen, incluyendo sus festividades. Pero en la pri– mera cuaresma que lo ejercita, sufre una lipotimia, que ella achaca al apasionamiento que le rebullía al escuchar el sermón de Pasión, que puso su alma en vilo y acongojado su corazón emotivo. Su hermana le procuró una educación esmerada para la época, ya que consta que aprendió a leer y escribir, cosa no corriente en

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