BCCCAP00000000000000000001625

Sor Ursula Micaela Morata Apertura a la vida y a la santidad Benjamín V. Piquer Garcés El reloj de la historia en 1628, el 21 de octubre, se cruzaba con la hora cero de la historia personal de la niña Ursula Jerónima Morata en la ciudad de Cartagena (España), junto a la costa medi– terránea, donde se asienta un sol ardoroso trescientos días al año. Su padre, caballero del Estado de Saboya, D. Marco Aurelio Morata e Iscaya, recaló en la corte de España para despachar im– portantes negocios. Había arribado a Cartagena en 1600. Aquí casó con la joven madrileña Doña Juana Garibaldo. Fecunda unión, ya que en 1628, al nacer Ursula, contaba la familia, socialmente aco– modada, con cinco varones y siete mujeres. Ella fue el colofón de trece hermanos. La recién nacida tuvo como padrinos de bautismo el día 1 de noviembre, festividad de Todos los Santos, a los hermanos D. Lo– renzo Rato y Doña Dorotea Rato, primos de la catecúmena. La familia celebró con alborozo su incorporación a la Iglesia, pues te– nía arraigada, y conocía en la práctica, la fe de Jesucristo. A los tres años, al filo de los cuatro, en 1632, murieron sus padres con tres días de diferencia. La conmoción familiar es muy intensa en la numerosa prole. A la niña, al volver del entierro de su madre, al otro día de la Ascensión, le acomete el hambre y una profunda soledad y desamparo. Dejando a los familiares y amigos que acompañaban, se salió al corredor y con fe y confianza en el Señor que tanto le habían inculcado, se dirige y queja de que su madre ha muerto y no tiene a quién pedir pan. Y suplica: «¡Dame pan, Dios mío! que tú eres mi padre, y mi madre y el único consue– lo en la tierra».

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz