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JOSE DE CARABANTES 273 ciendo cinco reimpresiones en la primera mitad del siglo XVIII. Con las ciento y pico de misiones predicadas en las diócesis gallegas, durante 25 años, el padre José se había ganado el título de «nuevo apóstol de Galicia». Su amigo y futuro biógrafo, Gonzá– lez de Quiroga, al dar noticia de la muerte al provincial de Andalu– cía, sintetizaba así los principales capítulos de la reforma y renova– ción obrado por el padre José: escándalos eliminados, restituciones realizadas, confesiones convalidadas, odios y enemistades desapare– cidos, conciencias pacificadas, rezo del rosario en todas las familias dirigido por hombres y mujeres. Siempre capuchino En el llamado reino de Galicia, extenso territorio al noroeste de España, no había conventos de capuchinos y el padre José no quiso hacer proselitismo. Rogado varias veces para que aceptase al– guna fundación, respondía invariablemente que su tarea no era la de fundar conventos. Y así, los 25 años que vivió en Galicia, se vio constreñido a vivir al margen de la vida conventual. Una situa– ción anómala en una época en que estaba en vigor un rígido con– ventualismo, que exaltaba la observancia regular como el estado propio y más perfecto del capuchino español. Aunque la situación fue aprobada y legalizada por los superio– res mayores de la Orden, pero no podía menos de provocar sorpre– sa y críticas por parte del clero y entre los otros frailes que vivían en conventos lejanos. No obstante, el padre José se sintió siempre como verdadero capuchino, pobre y austero . El ya mencionado ami– go Quiroga, en la carta de condolencia al provincial de Andalucía, sintióse, obligado de certificar sobre la perfecta vida religiosa del misionero: «Fue un perfecto ejemplar de todas las virtudes morales, heroico en su desinterés y en su desapropio, a ejemplo de los frailes más austeros» . Recordaba incluso algunos aspectos peculiares de su austeridad y pobreza, constatados especialmente durante la última enfermedad . El jesuita, su panegirista, concluía así la oración fúne– bre : «Fue un auténtico capuchino que, por su penitencia, añadió nuevo lustre al rigor de su instituto religioso pobrísimo, estaba siempre

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