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272 « ... el Señor me dio hermanos» bien ellos cruces e instrumentos de penitencia. En la misión de San– tigoso fueron más de 1.500 las personas que se flagelaron hasta brotar sangre y 2.522 en la de Requejo. Pero el fruto y éxito de las misiones el padre José los valoraba teniendo en cuenta, sobre todo, las confesiones generales. Se sentía feliz al acoger pecadores que desde 40, 50 o más años no se confe– saban o habían hecho confesiones sacrílegas. Era consciente de la fugacidad de aquel concreto momento de gracia. Por ello gozaba de amplísimas licencias y facultades apostólicas para resolver, sin más requisitos, los casos más intrincados referentes a las confesiones. Se preocupaba también de asegurar el fruto de las misiones y la perseverancia en una sólida vida de piedad. Para ello al final de la misión recomendaba la frecuencia de sacramentos, el ejercicio del Viacrucis, el rezo del rosario. Dió un impulso extraordinario a esta última práctica de piedad. Se diría, incluso, que su ayudante en la misión era la Virgen del Rosario, como en fechas más recien– tes lo será -para los capuchinos españoles- la Divina Pastora. Llevaba consigo una provisión de rosarios, además de su insepara– ble cruz de madera, más de un metro de alta. También distribuía gratuitamente diversos manualitos de piedad, compuestos por él, co– mo recuerdo de las misiones y para afianzar su fruto. Por ejemplo, un librito muy difundido (tuvo su quinta edición en 1672) con el barroco título: Jardín florido del alma, cultivado del cristiano con el ejercicio del Santo Rosario, de las Cruces, y de otras devociones. Regado del Cielo con los tiernos llamamientos de Cristo. Además del ejercicio de las misiones el padre José tenía mucho empeño en el cumplimiento, por parte de los párrocos, de la obliga– ción de predicar la Palabra de Dios. Para ellos y para los mismos fieles escribió dos volúmenes de .sermones e instrucciones: Pláticas dominicales y lecciones doctrinales de las cosas más esenciales sobre los Evangelios de las dominicas de todo el año (Madrid 1686-1687). Que es una serie de homilías doctrinales y morales sobre los artícu– los de la fe, sacramentos, vicios y virtudes; sobre las devociones con miles de ejemplos, a veces te~roríficos. Un estilo preferido por él y que sabía apto para impresionar la imaginación de la gente sencilla, como lo era, especialmente, el campesino gallego. Esta rica mina de materia predicable tuvo un éxito editorial notable, mere-

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