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270 «... el Señor me dio hermanos» Ante las reclamaciones de su provincial de Aragón, que lo invi– taba a reincorporarse a la provincia y a sujetarse a la vida conven– tual ordinaria, el padre José junto con su hermano carnal el padre Alonso -también capuchino y compañero inseparable en las misiones-, se decidió a pedir la incardinación a la provincia de Andalucía, más comprensiva en sus aspiraciones. Además porque el provincial era el comisario general de las misiones españolas de la Orden. De hecho obtuvo la incardinación perpetua en enero de 1674. Por otra parte, habiendo sido reclamado por el conde de Le– mos para dar misiones en su condado, situado en la provincia galle– ga de Lugo, obtuvo también -el 3 de agosto de 1675-, la obedien– cia del ministro general, Esteban de Cesena, gran promotor de las misiones populares en la Orden. El padre José tuvo por válido este permiso, pues durante 19 años -hasta su muerte-, nunca interrum– pió su apostolado ni entró en el convento. Su cuartel general A finales de 1675 estableció su residencia en una pobre casa situada cerca del monasterio de las franciscanas descalzas de Mon– forte de Lemos, donde colocó su cuartel general para futuras giras apostólicas. Aquí preparaba sus misiones. Aquí retornaba para des– cansar un poco, mientras asistía espiritualmente a las monjas, diri– gía almas, escribía libros y opúsculos. Su principal preocupación se– guía siendo la predicación de misiones al pueblo en Galicia y en las vecinas diócesis de Astorga, León y Burgos. Imposible precisar el número de las misiones por él predicadas durante los 27 años que ejerció este apostolado itinerante: tal vez 150. Tampoco podemos fijar la sucesión cronológica ni el ámbito geo– gráfico de las mismas. Los biógrafos gustan de contar prodigios, hechos memorables y acontecimientos extraordinarios: figuras sinies– tras y misteriosas que venían a perturbar o desaconsejar las misiones; castigos del cielo para los contradictores -entre ellos algunos sacerdotes-, y para los impenitentes; palomas que se posaban sobre la espalda del misionero mientras predicaba; pajaritos que cantaban el rosario a coro con los fieles; lluvias y tormentas alejadas; sol que retarda durante horas su ocaso, para permitir terminar una pro-
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