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16 «...el Señor me dio hermanos» de tener cuidado de ellas, ayudándoles en la observancia, teniendo compasión de ellas y no permitiendo que les falte cosa alguna, ni siquiera en las necesidades corporales». En el ambiente saturado de austeridad que había formado, María Longo dejaba en su muerte el signo de su comprensión ma– terna como último recuerdo. Su últimos días fueron turbados por las perspectivas de grandes males que amenazaban a los capuchinos y a Nápoles. A esta ciu– dad, por la que había consumido sus mejores energías, le presagiaba funestos tumultos, que de hecho se verificaron posteriormente a causa de la Inquisición, mientras que, justamente por ese tiempo, sobre los capuchinos pendía, como una espada de Damocles, la apostasía de Occhino; ella debió compartir la indescriptible consternación de aquellos frailes, para los cuales había sido «la hermana Clara» . ¿Ofreció el supremo sacrificio de su vida por aquéllos que ha– bían estado más cerca de su corazón? Podemos creerlo así, si tene– mos presente con qué conmovido reconocimiento Bernardino de Col– petrazzo recuerda los sacrificios, las oraciones, las lágrimas y las penitencias de las capuchinas de Nápoles en aquel triste trance. Bellintani nos ha dejado una crónica detallada de sus últimos instantes: «Y poco antes de expirar, volviéndose a sus hermanas les dijo: "Hermanas, a vosotras os parece que yo haya hecho muchas obras buenas; no tengo ninguna confianza en mí, sino sólo en el Señor. Y mostrando la punta del dedo meñique dijo: este poquito de fe me ha salvado. Todo esto lo dijo con gran alegría y con un bellísimo rostro; siempre tuvo el crucifijo en la mano; después de decir estas palabras, besándolo, dijo tres veces: Jesús, y expiró"». Después de la muerte, entorno a su cadáver, tuvieron lugar in– gentes manifestaciones de afecto y estima, se registraron gracias y prodigios, y se comenzó a difundir su gran fama de santidad. Sin embargo, pasaron muy pocos decenios y la sombra inexplicable del olvido rodeó a esta excepcional criatura. Auténtica hija de la Españ.a católica, fundadora y directora del gran hospital de los Incurables, punto de referencia de toda reforma llegada o iniciada en Nápoles en los primeros decenios del siglo XIV, mística privilegiada de carismas y madre de almas, fundadora de una de las más florecientes familias de clarisas, después de una actividad

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