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266 «... el Señor me dio hermanos» de los indios chaima pertenecientes a la terrible y antropófaga tribu caribeña. La tierra era fértil, casi paradisíaca, con dos cosechas anuales de grano «americano» y árboles que daban fruto cada mes. Pero los alimentos eran insípidos y poco sustanciosos, de modo que «la hermosura y lozanía tropical daban motivo a los misioneros para alabar al Altísimo, más también para sufrir mucho por su amor», escribía el padre José. Mayor sufrimiento aún les producía la bús– queda de los indios, hostiles a los españoles y retirados en la selva. A ellos era preciso acercarse a través de la jungla con peligro de encontrarse con terribles tigres y enormes serpientes venenosas; o sumergirse hasta la cintura en terrenos fangosos, además del conti– nuo peligro de ser blanco de las flechas. Así le pasó una vez al padre José, que estuvo a punto de ser asesinado y luego comido, si los salvajes no le hubiesen visto rodeado y protegido de unos ciertos «majestuosos personajes». Después de haber fundado la primera población o «reducción» -Santa María de los Angeles del Guácharo-, en noviembre de 1659 el padre José, enfermo, retornó a España «para curarse, engordar un poco y luego volver para morir» entre los indios. Todo lo que el pobre capuchino trajo consigo de las Indias doradas fueron algu– nos papagayos y otros pájaros para regalarlos a la señora y a los hijos del marqués de Aytona, protector de la misión ante el Consejo de Indias. En Madrid defendió la causa de la amenazada misión y el envío de nuevos misioneros. Al comienzo de 1661 estaba de nuevo en las misiones, empeña– do en organizarlas y extenderlas. Fueron cinco años llenos de traba– jos. Las tareas de los misioneros eran muchas: debían establecer contactos, a veces en condiciones dramáticas, con los «caciques» (jefes de tribu), algunos de ellos famosos devoradores de carne humana. Debían neutralizar la acción de los «piaches» (brujos), ver– daderos «ministros de satanás»; aprender la lengua chaima, «una de las más difíciles del mundo». El mismo padre José compuso una gramática y un volumen de sermones en esta lengua. Había que evangelizar a los indios fundamentalmente ateos, animistas, pobres, indolentes y dados a la borrachera; unirlos en comunidad, construir– les casas e iglesias, con árboles cortados y llevados a espalda de los propios misioneros; enseñarlos a labrar racionalmente la tierra.
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