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Venerable José de Carabantes Una vida •consagrada a las misiones Isidoro de Villapadierna Fue una antorcha siempre encendida: ni los vientos, ni la lluvia de los trópicos o de la húmeda Galicia lograron extinguir su caridad y celo por la salvación de las almas . Así decía en la oración fúnebre el jesuita Roberto Javier, refiriéndose al episodio de las tres velas que un misterioso personaje, vestido con el hábito capuchino, ofre– ció a la madre del pequeño José, prometiéndole que ni el viento ni la lluvia podrían apagarlas jamás. José Velázquez Fresnada había nacido en Carabantes, una al– dea de la provincia de Soria, en Castilla la Vieja, el 27 de junio de 1628. Huérfano de padre, a los 8 años, su madre, aconsejada por aquel misterioso capuchino, lo puso a estudiar, tal vez en vistas a una carrera eclesiástica. Ya durante el período de estudios, reali– zados en Soria y en Zaragoza, el muchacho, asiduo lector de vidas de santos y de historias piadosas, había decidido entrar en la reli– gión más austera que encontrase. Dos años después de la muerte de su madre, aunque se lo desaconsejó su confesor jesuita, temien– do por su delicada salud, optó por los capuchinos. El 10 de octubre de 1645 vistió el hábito en el noviciado de Tarazana, profesando el 11 de octubre del año siguiente. Completados los estudios de filo– sofía y teología en Borja y en Calatayud, el 21 de septiembre de 1652 fue ordenado sacerdote. En busca de un campo de apostolado Fuertemente impresionado por sus lecturas piadosas y, sobre todo, por una horrible visión o representación tenida años atrás, acerca
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