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260 « ... el Señor me dio hermanos» a los enfermos tenía por costumbre llevar consigo un poco de acei– te de la lámpara que ardía en la capilla del entonces beato Félix de Cantalicio y les ungía con ella. Según las actas del proceso más de un enfermo curó milagrosamente. Entonces el hermano Bernardo se apresuraba a decir que la gracia se debía al beato Félix, de quien era devotísimo y al cual, como hicieron tantos otros hermanos ca– puchinos, especialmente entre los no clérigos, había escogido como modelo de vida. Dentro del convento fray Bernardo no se contentaba sólo a vi– sitar a los hermanos enfermos, sino que los asistía y cuidaba con generosa dedicación. El padre Juan de Ascoli, testigo ocular, decía que daba gusto enfermar en el convento donde vivía fray Bernardo, porque el enfermo estaba seguro de recibir una asistencia más cari– ñosa que la que le habría proporcionado su propia madre . Y así fue siempre. Incluso viejo y achacoso, cuando él mismo necesitaba ser atendido y servido por otros, quería ser útil al hermano enfer– mo. Para él cocinaba aparte carne y sopa. A fin de animarlo a que lo tomase, adornaba con flores el rústico plato en que le servía la comida . Si era preciso se lo llevaba a la boca, haciéndole cuan– tos humildes servicios precisara el que estaba sin poderse mover del lecho. En el caso de enfermos graves se hacía dispensar del oficio de portero para poder atenderlos, sin interrupción, de día y de no– che. El reposaba únicamente sentado en un taburete y apoyado en la pared . En el convento de Offida obtuvo que se abriese una ventanilla en la pared que dividía la enfermería y la iglesia. De esta manera él y el enfermo podía oír las misas que se celebraban en la misma iglesia y adorar de continuo al Santísimo. Había venido a la religión para servir y lo hizo hasta el final. Se hacía útil como mejor podía: reparaba sandalias, cosía hábitos y mantos; reparaba herramientas de labranza y pobres utensilio de uso doméstico. Destinado a acom– pañar a los hermanos trasladados a otros conventos, llevaba duran– te todo el viaje los efectos personales del otro hermano. Por lo demás, tenía costumbre fray Bernardo de cargarse como un jumen– to, y esto a lo largo de toda su vida. Se unía a los pobres ciudada– nos que llevaban fardos a la espalda y les ayudaba aligerándoles la carga durante todo el camino que juntos hacían.

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