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256 «...el Señor me dio hermanos» joven pasaba los días festivos de una iglesia a otra. Una vez entra– do en el convento la oración vino a ser para él el irrenunciable alimento del alma. En su edad avanzada, libre del oficio de limos– nero y de portero, fue la oración su ocupación exclusiva. En el proceso, más de un testigo cuenta haberlo visto con el rosario en la mano siempre que, al sonar la campanilla, iba a abrir la puerta. Otros afirman que era fácil descubrir a fray Bernardo ocupado en oración mental: lo delataban los ojos, la voz apacible, el silencio cuidadosamente guardado. Para estar más libre se había construido una cabañita de ramas y de forraje en el jardín del convento, y en ella permanecía el ma– yor tiempo posible. No rara vez le sucedió que, absorto en la ora– ción, perdía la noción del tiempo y era necesario ir a buscarlo para que tomase un poco de alimento. En la iglesia su mirada estaba constantemente fija en el tabernáculo, en alguna imagen o en lo alto del cielo. No se enteraba de lo que ocurría en su alrededor, aunque fuese un ruido imprevisto. En verano las moscas le picaban en los ojos y en la calva, pero él permanecía inmóvil sin hacer nada para espantarlas. Tenía gran veneración por las iglesias y no permitía que nadie estuviese en ellas con falta de respeto. «Hijos míos, amonestaba, ésta es la casa de Dios». Pero era raro el caso que tuviese que decirlo, ya que todos, en su presencia, permanecían con compostura y silencio. En los procesos canónicos, un noble de Ascoli cuenta que fray Bernardo le advirtió a él y a otros que no se quedasen nunca en el fondo de la iglesia «porque hay allí muchas ocasiones de distraerse con los que entran y salen. Conviene ir adelante, hacia el altar mayor y estar más cerca de Dios». Otros testigos refieren haberlo visto en oración, inmóvil como una estatua, con los brazos en alto, como si estuviese en la cruz con Jesús, con los ojos brillan– tes y, en algún caso, incluso elevado sobre el suelo. Misionero y pacificador En el hermano Bernardo el amor de Dios pasaba por el amor al prójimo. Vivió para los otros, empeñado en ayudarles a vivir
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