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248 «... el Señor me dio hermanos» nardo los abrazaba y se apresuraba a lavarles los pies para restable– cerles del cansancio del viaje. Diciendo siempre con la más grande alegría: «por amor de Dios, por amor de Dios». Una vez, en el refectorio de Palermo, un fraile «de una provin– cia forastera» había sido castigado, no se sabe por qué motivo. Fray Bernardo abrazó al fraile humillado con tanto afecto que lo hizo llorar de ternura. Era sabido que, cuando «alguno tenía alguna tribulación, fray Bernardo lo consolaba». Abierto al amor universal, fray Bernardo «era caritativo con todos. Cuando podía servir «a los enfermos seglares», «era admira– ble en confortarlos». El capuchino de Corleone era buscado a la puerta del convento por todas las categorías de personas, a veces para consejos espirituales, a veces también por curiosidad. Entonces, cuando sopechaba el peligro de exponerse a la disipación, fray Bernardo desaparecía completamen– te. Al hermano portero, sin embargo, le decía fray Bernardo que «cuando viniesen pobres preguntando por él lo llamase enseguida». Entonces, el fraile austero, consumido por las penitencias y ab– sorto en la contemplación, mostraba una ternura maternal, como cuando preparaba a parte la sopa para los pobres, «con gran gusto». Era feliz cuando podía ayudar a los demás. Así, aseguraba a Giuseppe Giacon que su mujer daría a luz «un hermoso hijo va– rón», y a Giambattista Massa, preocupado por su mujer que tenía un embarazo difícil, fray Bernardo le daba por cierto el nacimiento de una niña: «la llamará Ana». A una bienhechora ilustre del convento de capuchinos de Cas– tronovo, doña Virginia, le dijo Bernardo, en señal de amistad, que, si él moría antes, ella distribuiría una «gran cantidad de panes a los pobres». Por lo demás, cuando residía en Castronovo, iba «con un caldero a las espaldas» por las calles para «repartir la sopa a los pobres». Parafraseando las Constituciones capuchinas que recordaban a los frailes: «somos peregrinos y comemos los pecados del pueblo», fray Bernardo repetía: «comemos su sangre», refiriéndose obviamente a las limosnas recibidas. Sentimientos de fraternidad ligaban a fray Bernardo con los acon-
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