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244 « ... el Señor me dio hermanos» su oficio). Entonces preparaba un altarcito, dedicado frecuentemen– te a la Virgen, y, en los recortes del tiempo libre que su tarea de cocinero le dejaba, se escapaba allí para tener unos momentos in– tensísimos de oración. La oración de fray Bernardo seguía la tradición cristiana y abra– zaba franciscanamente al niño, la madre, la mesa eucarística y la cruz. La devoción al misterio de la Encarnación llenaba de ternura el corazón del exespadachín. Más de un fraile sabía que el «picci– ruddu» que fray Bernardo estrechaba entre sus brazos, era el «niño Jesús». Hacia la Virgen santa fray Bernardo sentía un amor filial. Por eso la llamaba «madre». El fraile alto y robusto, de rudos rasgos y manos callosas, que antes había manejado la espada y el trinchete de zapatero, preparaba en su celda un altarcito a la madre de Dios. Puntualmente lo adornaba «con flores y hierbas olorosas no sólo en las fiestas de la Virgen, sino también los sábados, como si qui– siese con aquellos olores recrear a su santísima madre». Cuando rezaba a la Virgen, fray Bernardo se dejaba ir de alegría, dando a su oración el calor de la devoción siciliana, hecha de fantasía y festividad. Así, una vez, mientras recitaba en la celda la letanía mariana, a la invocación 'Santa María', «dispa– raba los cohetes con la boca en señal de solemnidad» (es decir, simulaba los juegos pirotécnicos). Hay que decir que los frailes que lo oían reían divertidos, diciendo: «fray Bernardo hace como los «piccirilli». Fray Bernardino de Corleone recordaba haber visto a su paisa– no «casi siempre con el rosario en la mano». Con razón, pues, y con la más grande convicción, fray Bernar– do podía exhortar a religiosos y laicos: «recemos a la Virgen santísi– ma, que tenemos necesidad de ello». Que la Virgen santísima se le apareciera muchas veces a fray Bernardo era convicción general, tanto dentro como fuera del con– vento. En el misterio eucarístico fray Bernardo probaba la alegría libe– radora de la comunión, como señal de amistad y alianza con el Señor de la vida.
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