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240 «...el Señor me dio hermanos» el duelo y, por lo tanto, testigo ocular; por eso lo contó en los procesos con detalles tan precisos que casi le hace a uno asistir al choque. Al tiempo del duelo Filippo tenía alrededor de 19 años y debía hacer mucho calor aquel día, ya que estaba en su taller «spit– turinatu», cuando llegó el provocador: ¿Sois vos maestro Filippo? - ¿Por qué me buscais? - Te busco para bien: si eres hombre de bien, ve, coge la espada. - Yo no he tenido nada con vuestra señoría: ¿qué motivo ten– go para tomar la espada? Canino continuó provocándole, y debió caer en vulgaridades, porque finalmente maestro Filippo montó en cólera: «¡Contigo no tengo necesidad de espada!» Y salió fuera sólo con el puñal. El duelo se desarrolló en dos tiempos. Canino se esforzaba por elimi– nar a maestro Filippo, porque «atacaba ante todo a la cabeza». Fue entonces cuando el zapatero volvió al taller y se armó co– mo debía, para combatir contra un sicario; desenvainó la espada, mutilando para siempre el brazo de Canino, dejándolo inútil. No obstante que maestro Filippo había actuado en legítima defensa, sintió un grandísimo dolor y disgusto por haber herido a Canino. La «pri– mera espada de Sicilia» pidió perdón al herido y, aun después de ser capuchino, ayudó a Canino económicamente, a través de los bien– hechores, y moralmente, convirtiéndose en íntimos amigos. La dolorosa experiencia del duelo influyó muchísimo en la cri– sis existencial que maduró en maestro Filippo la vocación capuchi– na . Fray Bernardino admitió: «el arrepentimiento del hecho fue cau– sa determinante de que fray Bernardo se hiciese capuchino, como él mismo me dijo en Conigliuni». Y Giuseppe Castelli refirió recor– dar «que, hablando un día con el siervo de Dios, le dijo semejantes palabras; cuando herí a aquel pobrecillo me retiré a la iglesia y, pensando en mis cosas, resolví hacerme capuchino, lo que sucedió cuando tenía unos 27 años de edad». Su vocación fue, pues, madu– rada largamente y no una iluminación en el camino de Damasco. Hacerse capuchino podía significar también para Filippo Latino una opción de clase, adecuada a su recio carácter sensible a las necesidades y a las esperanzas de las clases populares . Antes de
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