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BERNARDO DE CORLEONE 239 en el taller y «respondía que su esposa era el cordón de san Fran– cisco». Cuando se trataba de defender a los pobres y oprimidos, Filip– po no dudaba en servirse de su habilidad en manejar la espada. Así, defendió a una muchacha acosada por dos soldadotes y prote– gió a los segadores y vendimiadores a los que la soldadesca estacio– nada en Corleone les había robado el fruto de su trabajo, después de una jornada de sudores. El manejo de la espada ha contribuido a mitificar las empresas juveniles de Filippo Latino, habiéndolo convertido en un pendencie– ro de plaza. Ello es falso. Que maestro Filippo se encendía como una cerilla, si lo provo– caban, no era un secreto en Corleone. Dos testigos pre;::isaron en los procesos que «no habían notado ningún defecto, a excepción del calor con que echaba mano de la espada cuando era provocado». Este «calor» produjo no pocas preocupaciones y temores a los padres de Filippo. Con todo, los testigos fueron concordes en decir que cuando maestro Filippo echaba mano de la espada era «para de– fender cualquier vejación del prójimo» y «para ayudar a alguna perso– na». En todo ca~o, «no provocó nunca a nadie, sino que siempre fue provocado», «y lo sé por afirmarlo así casi toda la gente de Cor– leone», «cuando era hostigado por alguno entonces cogía la espada». El episodio del duelo con Vito Canino fue ciertamente decisivo en la juventud del beato Bernardo, aunque haya sido coloreado con detalles novelescos. No han faltado intentos por identificar con Fi– lippo Latino el espadachín Lodovico de I Promessi Sposi, conocido en la literatura como el padre Cristoforo, capuchino defensor de los pobres y oprimidos . Antes del encuentro fatal con Vito Canino, que tuvo una am– plia resonancia popular, maestro Filippo había tenido escaramuzas con uno no tan identificado, «Vinuiacitu», a quien hirió en dos dedos. Vito Canino, el «comisario», venido de Palermo a Corleone para quitar a maestro Filippo la primacía de la esgrima, era en rea– lidad un matón mandado por «Vinuiacitu» con el fin de asesinar al zapatero y vengarse de la humillación sufrida. Fray Bernardino de Corleone era un chiquillo cuando sucedió
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