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228 « ... el Señor me dio hermanos» tes a sus fieles. Y el misionero, no mirando las dificultades, recorrió en todas direcciones la inaccesible región, hasta el punto de merecer el título de «apóstol del Líbano». Fueron más de cuatro años de actividad intensísima, que produjo frutos abundantes y prepararon al padre para ulteriores batallas. En Egipto, por la unidad Entre tanto, se habían desarrollado las condiciones para la im– plantación de la misión egipcia, programada por un breve de Urba– no VIII de 1630. Una orden del padre José de París confiaba preci– samente al padre Agatángel la tarea de ser el fundador en 1633. Allí, la iniciativa de trabajar en la reconciliación de los disiden– tes tenía un interlocutor bien concreto: los coptos. El misionero se dio cuenta de ello en seguida e inició sus con– tactos. Dado que los obispos eran siempre elegidos de entre los monjes -como él mismo indicará en una carta del 6 de julio de 1637-, dirigió su atención principalmente a los monasterios. Pasará meses entre los monjes de san Antonio de la Tebaida, se propondrá hacer lo mismo con aquellos más numerosos del monasterio de san Maca– rio de Nitria. Los acercamientos parecían bastante prometedores. Entre tanto, desde Francia se anunciaban nuevos refuerzos. Del primer grupo de misioneros, que llegó a Alejandría en 1634, forma– ba parte también el padre Casiano de Nantes. Respetado por la pes– te, había pedido ser enviado a las misiones, y así pudo encontrarse con quien compartiría el resto de la vida, cuando éste volvía, con el ánimo abierto a las más prometedoras esperanzas, de una perma– nencia en la Tebaida. Del encuentro providencial brotó la convergencia hacia un ideal común. En el padre Agatángel era el fruto de una probada experiencia, en el padre Casiano, expresión de los ardientess deseos cultivados en los años de espera; en ambos, respuesta a un preciso plan indica– do a ellos por quien los habían destinado a las misiones. Establecer contactos con las altas dignidades de la Iglesia cop– ta, aclarar con ellos la verdad de la fe y, al mismo tiempo, es-
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