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12 «...el Señor me dio hermanos» cientemente había fundado el monasterio de santa María de Jeru– salén. El 21 de agosto de 1535, una carta del card. Andrés Mateo Palmieri autorizaba a la señora María Lorenza Longo, por benig– na concesión papal, a tomar el hábito de la «Tercera Orden de san Francisco según la regla de santa Clara» de manos de cualquier sacerdote. Teniendo en cuenta su avanzada edad -tenía ya más de setenta años- y de su estado de salud, podía vestir el rojo sayal parcial o completamente, según el consejo del confesor, y emitir la profesión solemne de los tres votos sin hacer el año de novi– ciado. Una segunda carta del mismo card. Palmieri del 22 de noviem– bre de 1535, da por primera vez el apelativo de «Sor María» a la «comúnmente llamada señora Longa», y le comunica que el Papa le permite habitar con todas sus religiosas en un monasterio provi– sorio, hasta que sea terminado el definitivo. Mientras tanto los pedidos de la admisión se acumulaban. Reli– giosas de otros monasterios y aspirantes venidas del mundo, solici– taban ansiosamente entrar en la nueva comunidad. Hasta la célebre marquesa de Pescara, Victoria Colonna, estuvo a punto de tomar el velo. El naciente monasterio florecía bajo los impulsos de su fun– dadora. Fue necesario recurrir a la Santa Sede para ulteriores con– cesiones. El 30 de abril de 1536 un Breve de Pablo 111 autorizaba a María Longo a trasladar el monasterio a locales más capaces, y le permitía aumentar el número de las religiosas de doce a treinta y tres. Pero algunos obstáculos debieron haberse interpuestos, pues, el 20 de julio siguiente, se necesitó otro rescripto pontificio que con– firmaba las concesiones precedentes y otorgaba otras nuevas. En Roma trabajaba un poderoso protector, el card. Andrés Mateo Palmieri, que, declarándose «obedientíssimo hijo y herma– no», escribía a María Longo: «el mayor placer que tengo en este mundo es servirla». Amigo de los capuchinos y de Victoria Colon– na, uno de los pocos curiales íntimos de Pablo 111, fue el mediador eficaz de las amplias concesiones papales al monasterio de María Longo, de la cual, como napolitano, conocía de cerca los méritos excepcionales y las eximias virtudes.

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