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AGATANGEL Y CASIANO 227 c10n en otra gran empresa editorial, la versión árabe de la Biblia, querida por Propaganda y llevada a cabo, después de 49 años de estudio e investigación, en Roma, en el 1671. El padre Agatángel disponía de una inclinación particular al estudio, considerado como medio indispensable de apostolado en un ambiente como el oriental. Por sus cartas conocemos las recomen– daciones que acostumbraba a hacer a los misioneros que iban a lle– gar: que le trajesen buenos libros árabes y latinos, a fin de poder estar preparado para refutar los errores; se apenaba por no poder perfeccionar un pequeño tratado sobre las cuestiones controvertidas entre los latinos y los cismáticos, por no saber los términos árabes precisos, de los que se servía para explicar científicamente los miste– rios de nuestra fe. También era suya la invitación insistente al estu– dio de las disciplinas profanas, sobre todo de las ciencias exactas, por su utilidad. Sus conocimientos a este respecto le permitirán, un día, observar desde el Cairo, con fructuosas deducciones, el eclipse lunar del 28 de abril de 1635. Apóstol del Líbano Seguro en el uso de la lengua, animado de un celo incansable, el misionero desarrollaba su trabajo cultivando de modo particular las relaciones con los cismáticos, en el intento de favorecer su retor– no a la unidad de la Iglesia romana. De esta manera llegó a conse– guir la reconciliación de un obispo, que después sería de gran ayuda para la consolidación de la misión católica en Siria. Todo esto, aunque suscitaba el entusiasmo en quien estaba de– seoso de verdad y de luz, no dejaba de suscitar envidia de quien, aunque era "hijo de la luz", ama realizar "las obras de las tinie– blas". La actividad del misionero chocó con la susceptibilidad de un así llamado Gran Vicario maronita. Agatángel, fiel a la enseñan– za del Evangelio (Mt 10,23), se dispuso a dejar el lugar por otro. Mientras maduraba la organización de una nueva misión en Egip– to, a la que había sido destinado, pudo comenzar una fecunda ac– ción apostólica en el Líbano, a donde había pasado. El mismo pa– triarca de los maronitas, desaprobando totalmente lo obrado por su presunto vicario, pidió a Agatángel que predicase por todas par-
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