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222 «...el Señor me dio hermanos» de los creyentes, de un retorno a la unidad de los fieles disidentes de las diversas iglesias. La vida de los dos beatos no se puede sustraer de este marco; solamente dentro de él su retrato revela sus contornos nítidos y la riqueza extraordinaria de su significado. Vocación del padre Agatángel En 1606, en la pequeña ciudad de Vendóme (Loir-et-Cher), a poca distancia de París, se planta la cruz para un nuevo convento de capuchinos, esperado con fervor por los habitantes. Francisco Noury, presidente del Tribunal de Elección, es elegido cono anima– dor de la comisión para la recogida de fondos. Tiene un hijo, de apenas siete años, llamado Francisco como él. ¿Cosa fortuita? ¿Pre– sagio? Aquel niño de familia distinguida -su madre Margarita Begon es hija del tesorero de los señores del Parlamento de Bretaña– crece y se educa de manera admirable; su trato frecuente con •1os nuevos religiosos enciende en su despierta inteligencia, deseos y as– piraciones a cosas siempre más altas. El ejemplo ofrecido por los frailes impresiona fuertemente al jovencito, haciéndole caer en la cuenta de la caducidad de las cosas terrenas y del valor esencial de las divinas. Los vagos anhelos de bien de la infancia y de la primera ju– ventud se concretizan finalmente en una decisión clara y precisa hacia los 20 años: él también podría ser uno de aquellos frailes ... Ha llegado el momento de tomar una decisión sobre su porvenir. Ha confrontado sus fuerzas con el austero tenor de vida de los reli– giosos. Está dispuesto, tiene coraje. Pide a sus padres hacerse capuchino. Provisto con una carta de recomendación del ministro provin– cial de entonces, llama a la puerta del convento de Mans, siendo acogido por el padre guardián y maestro de novicios, Gilles de Mo– nay. Vestido el hábito seráfico, cambió el nombre de Francisco por el emblemático de Agatángel. Terminado el año de prueba, fue enviado para proseguir los estudios a Poitiers. Aquí tuvo como guía a un maestro insigne por sabiduría y experiencia, el padre Ignacio de Nevers, y pudo apro-
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