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MARIA LORENZA LONGO 11 de arrepentidas, sino un auténtico centro de vida religiosa llegó a ser aquel monasterio, que adoptó la Regla de la tercera orden fran– ciscana, y ya a fines del siglo XVI manifestaba su vitalidad dando origen a un segundo monasterio de tipo más austero. María Ajerbo permaneció allí como directora y madre hasta el final. Hubiera preferido seguir a su santa amiga en la clausura. Pero, con admirable abnegación, aceptó continuar su misión en el mundo entre los incurables y las convertidas. Aceptó permanecer separada en vida, y el Señor quiso mostrarle con un notable prodi– gio cuánto le agradaba este sacrificio y esta amistad. Después de la muerte, queriendo poner su cadáver junto al de María Longo, «... éste -refiere Bellintani aduciendo el testimonio ocular de nueve personas- alzando milagrosamente el brazo y tendiéndolo hacia la duquesa la abrazó, y permaneció en esa postura, puesto que tanto se habían amado en vida, no debían en la muerte separarse». Fundación de las capuchinas Hacia fines de julio de 1534 los teatinos se trasladaron del hos– pital de los Incurables a santa María de la Stalletta. En los locales dejados libres, María Longo comenzó a albergar aquellas personas que intentaban seguirla en la vida contemplativa. A principios de 1535 pidió a la Santa Sede el permiso para poder fundar un monas– terio bajo el título de Nuestra Señora de Jerusalén, haciendo refe– rencia a una peregrinación que hubiera querido hacer a Tierra Santa y a la que había renunciado. El 19 de febrero de aquel mismo año, el papa Pablo 111 con la bula Debitum pastora/is officii la autoriza– ba a construir el monasterio, del que la nombraba abadesa vitalicia, formando una comunidad religiosa de la «Tercera Orden de san Fran– cisco según la regla de santa Clara». Sólo cinco meses más tarde, el 19 de julio de 1535, la bula papal era comunicada a la curia metropolitana de Nápoles por los ejecutores designados con una rescripto pontificio: el obispo de Ca– serta, el abad de san Severino y el prior de san Martín. El 20 de julio de ese mismo año, un acta notarial presenta a María Longo como «directora del hospital de los Incurables», y refiere que re-
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