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MARIA ANGELA ASTORCH 215 Albarracín don Jerónimo de Lanuza, el arzobispo de Zaragoza Mar– tínez de Peralta, el patriarca de las Indias Occidentales Alonso Pé– rez de Guzmán. Dentro de esta caridad universal ocupó lugar especial, sobre to– do desde que estalló la guerra del principado en 1640, Cataluña, «mi patria atribulada», como ella se expresa. Sufrió y oró, teniendo que acatar los insondables designios de Dios en aquella tragedia cu– ya razón no acababa de entender. Algo de aquella angustia se revela en lo que escribía en 1646: «Queriendo rogar por la paz de los reyes y príncipes cristianos, no pude. Y me dijo su Majestad: ¡Hija, todos son unos! Y me dio inteligencia muy distinta que pecaban por malicia y pertinacia». «Me guiso a mí misma para comida gustosa de todas» En 1626 María Angela había sido elegida abadesa con la nece– saria dispensa, ya que los cánones exigían cuarenta años de edad y ella contaba sólo treinta y tres. Gobernó durante dos trienios se– guidos la comunidad de Zaragoza, y después aún en dos trienios más con intervalos de tres años. Siendo vicaria partió para la fun– dación de Murcia; en este monasterio ejerció el cargo de abadesa hasta su renuncia espontánea cinco años antes de su muerte. En total veintisiete años al frente de la comunidad. Consideró siempre como el primer servicio que la «madre y servidora» debe prestar a sus hermanas, según la regla de santa Cla– ra, el cuidado espiritual. Para ello se propuso «llevar a cada una al paso con que Dios la quiere hacer caminar», sin «enfilar» a to– das por el mismo carril. Las hermanas que la tuvieron por superiora se hacen lenguas de aquel su estilo evangélico de servir más que de gobernar: «No tenía aceptación de personas». «Era la primera en barrer, fregar, lavar la colada, entrar leña». «Tenía particular prudencia y gracia para mover sin desagradar». «Era muy pondera– da en la reprensión de los defectos, pero en los casos obligatorios de hacer correcciones, las hacía con todo valor... , a veces con sólo un gesto o con una mirada». «Poseía el don de consejo, dando respuestas adecuadas a la situación de cada una... ; las hermanas

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