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202 « ... el Señor me dio hermanos» que pertenecía al gremio de libreros, desempeñaba un cargo público importante. Su madre, heredera de una cuantiosa fortuna, era una dama de acendrada religiosidad. Doña Isabel falleció en 1593, cuando la pequeña Jerónima con– taba apenas diez meses. Hubo de ser confiada a los cuidados de una nodriza en el pueblo de Sarriá. Cuatro años más tarde moría don Cristóbal. La huerfanita creció hasta la edad de nueve años en casa de su aya, que la quería como una verdadera madre. Escri– be ella recordando aquellos años: «Era yo la alegría y el entreteni– miento de todo el lugar. Mi esparcimiento era jugar con pájaros, los cuales tenía en abundancia y muy hermosos, y con las aves del cielo. Y, a las tardes, tomar la fresca con la luna, saliendo a lugares solos de mucha arboleda... ». Frisaba en los siete años cuando un día, por haber comido «al– mendrillas verdes», se puso tan mala que todos la dieron por muer– ta y aun se hicieron los preparativos para el entierro. Ella, en sus memorias, atribuye reiteradamente a la intercesión de la Madre An– gela Serafina y a la intervención prodigiosa de la Virgen María el haber vuelto a la vida. Desde entonces -escribirá más tarde- «co– rre mi vida por cuenta de esta divina Señora». Y añade: «Mi niñez no fue sino hasta los siete años: de éstos en adelante fui ya mujer de juicio y no poco advertida, y así sufrida, compuesta, callada y verdadera». A los nueve años la tomó bajo su responsabilidad uno de los tutores. Aprendió a leer y hacer labores. Se despertó en ella una afición incontenible a los libros, en particular a los escritos en latín. Ella misma afirma que dejaba admirado al maestro, que le daba lección, por la prontitud de captación y su fácil retentiva. A la escuela de Madre Angela Serafina Prat El 16 de septiembre de 1603, con once años recién cumplidos, Jerónima era recibida en el convento de las capuchinas de Barcelo– na; el obispo en persona, don Alonso Coloma, la entregó a la fun– dadora, Madre Angela Serafina Prat. Esta santa mujer había reuni– do en 1589 a un grupo de jóvenes colaboradoras, la más adicta

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