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Beata María Angela Astorch Ejemplo de espiritualidad litúrgica y eclesial Lázaro Iriarte La noticia de la próxima beatificación de María Angela As– torch, al esparcirse en 1981, cogió de sorpresa aun a las comunida– des de capuchinas. Ya casi nadie la esperaba: habían pasado más de tres siglos desde su muerte, ciento treinta años desde el decreto de la heroicidad de la virtudes, más de un siglo desde la realización del milagro que había de servir para su glorificación. Parece como que Dios reservaba el momento propicio para darla a conocer con su mensaje peculiar, ese distintivo que movió a Juan Pablo II a presentarla a la Iglesia del postconcilio como la mística del Brevia– rio, en el acto solemne de la beatificación del 23 de mayo de 1982. María Angela es, por orden cronológico, la primera capuchina llegada a los altares, si bien se le adelantaron las otras dos que vivieron después de ella: santa Verónica Giuliani ( + 1727) y la beata María Magdalena Martinengo ( + 1737). Ella misma nos ha dejado su propia historia y su singular expe– riencia espiritual en los relatos autobiográficos, escritos por orden de sus confesores, y en sus cuentas de espíritu, continuadas durante más de treinta años . Existen, además, las declaraciones de las reli– giosas en el proceso informativo, incoado en 1668 La huerfanita precoz El 1 de septiembre de 1592 nacía en Barcelona Jerónima, cuar– to vástago del matrimonio Cristóbal e Isabel Astorch. Su padre,
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