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F!DEL DE SIGMARINGEN 195 bién en Grüsch, Seewis y Kublitz, para prepararlas a la celebración del gran misterio cristiano. Pasada la Pascua, se retiró por poco tiempo a su convento de Feldkirch, de donde era superior. Antes de retornar a su misión, desde el púlpito saludó al pueblo de Feld– kirch, asegurándole que lo veía y oía por última vez, porque los herejes lo iban a martirizar por odio a la fe católica. El 18 de abril, el nuncio y el superior provincial, :-eunidos en Baden, decidieron elevar a diez el número de los misioneros suizos en Retia -ocho sacerdotes y dos hermanos legos- y nombraron prefecto al padre Fidel. El nombramiento, fechado el 20 de abril de 1622, firmado por el padre Alejo de Speier, no llegó a conoci– miento del interesado, que se encontraba en extrema dificultad. La conversión del conde Rodolfo Salis y la promulgación de un edicto favorable a los católicos, promulgado por el gobernador católico Luis Baldirone, inducido a ello por el padre Fidel, había exasperado el odio de los herejes contra el capuchino de Sigmaringen. El sábado 23 de abril, después de celebrar misa en Grüsch, fue invitado por algunos herejes de Seewis a predicar en su iglesia al día siguiente. Aun oliendo el engaño, el padre Fidel acudió. Sería una nueva oportunidad de exponer y proponer su propia fe católica. El último sermón El 24 de abril, cuarto domingo después de Pascua, el padre Fidel se confesó, celebró la misa, predicó en Grüsch y partió para Seewis, acompañado por el capitán Joaquín Colonna y algunos sol– dados de su guardia personal. Hacia las nueve llegó a Seewis, entró en la iglesia y, aunque leyó en el púlpito un papel que decía «predi– carás hoy y no más», comenzó impertérrito su sermón sobre el tema paulino: «No hay más que un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo» (Ef. 4,5). La exposición sobre la necesidad de la unidad cristiana fue inte– rrumpida por gritos de gentes armadas: habían venido de Schiers a Seewis algunos herejes insurrectos, provistos de mazas de hierro, picas, podaderas y espadas. Irrumpieron en la iglesia espantando a todos. Un disparo de arcabuz rozó al padre Fidel que, bajando

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