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194 «...el Señor me dio hermanos» y observado: el padre Fidel «se interesaba únicamente en lo que ata– ñía a la predicación de la fe católica y a la salvación de las almas. En una carta, escrita «de prisa» en Zizers el 30 de enero de 1622, dirigida a la señora Reinold de Feldkirch, el padre Fidel firma– ba: «Obedientísimo siervo en Cristo, F. Fidel capuchino indigno, en breve pasto de los gusanos». Aunque con el gusto macabro de la época, la última frase tenía algo de profético. Sabiendo y constatan– do que los calvinistas estaban empeñados en una defensa rabiosa, el padre Fidel había confesado a un amigo que seguramente encon– traría la muerte en aquella tierra. A otros había declarado que estaba decidido a morir con tal de salvar a algunos de aquellos refractarios a la doctrina católica. Un logro apostólico importante en Zizers fue la conversión de Rodolfo Salis, maestro que predicaba doctrinas de Zuinglio. En una discusión doctrinal con el misionero abogado Roy, Salis se rindió: «Padre mío, habéis vencido». Y, llorando, abjuró en medio de la iglesia el día 2 de febrero de 1622, ocasión que aprovechó el padre Fidel para invitar a los asistentes a que abrazasen el catolicismo. Mu– chos se convirtieron. Después de discutir con el capuchino de Sigmaringen se rindió también el estudioso Rodolfo Gugelberg. Siguiendo a estas destaca– das personalidades, otros muchos se convirtieron al catolicismo en Zizers, Mayenfeld y Malans. Aquí fue de gran eficacia para los cató– licos la abjuración pública del vanidoso protestante Conradino Planta. Prefacio de la misión En febrero de 1622, otro capuchino suizo, el padre Alejo de Speier (1583-1629), estudiaba con el obispo de Coira la manera de extender en la diócesis la fe católica. El nuncio apostólico en Suiza, monseñor Alejandro Scappi, en carta del 6 de marzo, pedía al superior provin– cial de Suiza que reforzara con más personal el grupo de misioneros: ésta era la voluntad de la Santa Sede y de la congregación de Propa– ganda Pide. Al acercarse la Pascua de 1622, el padre Fidel, con incansable generosidad, se dedicó a las gentes, no sólo en Prattigau, sino tam-

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