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190 «...el Señor me dio hermanos» tiembre de 1619, fue superior en Rheinfelden; de septiembre de 1619 a septiembre de 1620, en Feldkirch; de septiembre de 1620 a junio de 1621, en Friburgo; y desde julio de 1621 hasta su muerte de nuevo en Feldkirch. Un religioso, que fue súbdito suyo, declaró en el proceso infor– mativo de Constanza acerca del padre Fidel como superior: «Aun– que benigno, era acérrimo defensor de la justicia, de la Regla y Constituciones: lo que mandaba, lo hacía con discreción y pruden– cia». El superior provincial padre Matías de Reichenau (o de Augia), en visita canónica, encontró que, como superior, el padre Fidel era «en gobernar a los suyos ... solícito, maduro, discreto, justo y tran– quilo a la vez, laborioso y fuerte». En la bula de canonización dibu– ja Benedicto XIV su retrato de superior: «Alegre al exhortar a sus frailes a la piedad y concordia, eficaz al corregir con mansedumbre, trabajador y humilde al aceptar todo pequeño servicio para cuidado y solaz de los súbditos» (Vinea electa). En la iglesia era asiduo al confesonario. Manifestaba delicado afecto a la Virgen, recitando diariamente el rosario y el oficio parvo. Enseñaba a otros esta devoción filial. En una carta, fechada en Fri– burgo el 24 de noviembre de 1610, dirigida al joven Jorge Segismundo de Feldkirch, dice: «Quien debidamente y de todo corazón ama y ve– nera a la santa Virgen María, no será abandonado por Dios; ámala, por lo tanto, querido joven, venérala y conseguirá aquí la gracia y, después de esta mísera vida, la gloria divina. Pero te pido por amor de Dios y de la santa Virgen que te acuerdes de mí, miserable peca– dor. Guarda bien tu adolescencia, sobre todo teme a Dios, huye de las malas compañías. El tiempo es breve, piensa en esto y no pecarás». Manifestó al padre Sinesio -y éste lo declaró en el proceso de Coira- que todos los días se encomendaba a los santos y sobre todo a la Virgen para que le obtuvieran dos gracias: vivir sin peca– do mortal y derramar su sangre por el Señor. Estaba cierto de con– seguir las dos. Andando de pueblo en pueblo, se introducía entre enemigos, entre familias en discordia, llevándoles la paz. Se le conocía y se le esperaba como a «un ángel de paz». El nuncio apostólico, mon– señor Alejandro Scappi se sirvió del padre Fidel para la reforma del monasterio de los benedictinos de Pfaffers.
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