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FIDEL DE SIGMARINGEN 189 Fray Fidel emitió los votos el día 4 de octubre de 1613: «con rostro radiante e insólita devoción», recuerda un testigo ocular. Se consagró a Dios para siempre, después de haber consignado en un Testamento autógrafo que dejaba todas sus cosas a los pobres y entregaba su vida a Cristo, «con plena deliberación... para siempre, cuerpo y alma, como holocausto vivo en esta santa Orden». Al terminar el año de noviciado, volvió a los libros para dedi– carse a un estudio profundo de la teología, casi un año en Friburgo, hasta julio de 1614; después en Constanza y en Frauenfeld hasta septiembre de 1618. El apostolado al que iba a dedicarse exigía una amplia y sólida formación. En Constanza tuvo como profesor de teología al famoso padre Juan Bautista de Polonia, hijo del canci– ller Dembinski, que había abrazado la vida capuchina en Milán, el año 1585, por consejo de san Carlos Borromeo, y que fue uno de los primeros religiosos de la provincia suiza, muerto en olor de santidad el año 1623. El padre Fidel lo eligió por confesor. Predicador, superior, apóstol El 1618 fue el primer año de la actividad evangelizadora del padre Fidel, en la ciudad de Altdorf. Predicador de robusta elo– cuencia y férrea lógica -dotes adquiridas en su profesión de abogado- recorrió los diversos cantones de Suiza y Suabia. Discur– sos breves, bien preparados, densos de contenido, predicados con fervor, tenían la característica de ser expuestos con delicadeza y dul– ce persuación, dejando de lado acrimonias, mordacidades e invecti– vas: cosa difícil en aquellos tiempos de tanta confusión y cambios de predicadores. Le escuchaban con gusto incluso aquéllos que, des– viados por otros maestros, no compartían sus ideas de predicador católico. El padre Juan de Kruewangen testimoniará en el proceso de beatificación que hasta los herejes consideraban al padre Fidel como predicador «grato y amigo». No le faltaban, sin embargo, el ardor y el coraje y la palabra libre y franca, características del evangelizador auténtico al servicio de la verdad. A la tarea de predicar al pueblo vino a añadirse la responsabili– dad de ser superior de los religiosos. De septiembre de 1618 a sep-

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